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Parece una broma de mal gusto, pero no lo es. Los salarios de miles de trabajadores tendrán que seguir esperando porque, simple y llanamente, no hay condiciones para que mejoren.
El razonamiento anterior es de Juan Pablo Castañón, el líder de los empresarios del país, que hace un par de días lo explicó en esos términos a los periodistas. Si se quiere hablar de mejoría en los salarios tendrán que pasar las elecciones estatales y la inflación anual deberá regresar al 3%. Una vez que eso ocurra y ya con las variables macroeconómicas estabilizadas, se podrá discutir el asunto de los salarios en el país, explicó el presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
Castañón se equivoca. Uno de los grandes problemas del país es que en las últimas cuatro décadas —incluyendo los años recientes de estabilidad económica— se han pulverizado los salarios y se ha precarizado el empleo con graves consecuencias sobre el consumo y la prosperidad de las familias y, por lo tanto, sobre el crecimiento económico de largo plazo. Y ha ocurrido incluso en aquellos sectores en los que la productividad mejoró.
Le explico por qué Castañón se equivoca:
Primero. Porque los riesgos de la estabilidad macroeconómica del país no han estado asociados al incremento en los salarios. En los resultados de las 12 últimas encuestas mensuales que realizó el Banco de México entre los especialistas del sector privado nunca se mencionó a los incrementos salariales como factor para obstaculizar el crecimiento económico ni es motivo de preocupación (en la encuesta publicada el 2 de mayo ocupa el lugar 23 de 24 factores mencionados). Los factores causales de la inflación que ha señalado reiteradamente la Junta de Gobierno del banco central son principalmente los asociados con la fuerte depreciación del peso frente al dólar y su impacto en los precios de bienes y servicios, con los incrementos de precios en los energéticos, con los incrementos en los precios y tarifas de bienes y servicios del sector público y con los incrementos de algunos productos agropecuarios. Es decir, los factores que han incidido negativamente en la estabilidad económica del país han sido principalmente los relacionados con la política fiscal (ingreso-gasto y deuda pública) y la política cambiaria.
Segundo. Porque los bajos salarios y la precarización del trabajo son producto del fracaso de la política educativa, de los incentivos a la informalidad, de una decreciente inversión pública y de una política industrial desarticulada y altamente concentrada en el sector exportador. Así que ni el periodo postelectoral ni una menor inflación serán condiciones “óptimas” para una mejora en el salario. Esto no ocurrió antes y no ocurrirá en el tiempo en que Castañón lo apunta.
Al contrario. Si bien las cifras del IMSS dicen que ha crecido el número de empleos formales y que la tasa de desocupación es baja de acuerdo con INEGI, ambas instituciones también confirman que el nivel del ingreso de la población ocupada se ha deteriorado.
De acuerdo con los datos que arroja la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi, los empleos mayores de tres salarios mínimos cayeron de 27.7% del total en 2005 a 19.3% en 2016. Y más aun, en el primer trimestre de este año 48% de la población ocupada recibió hasta dos salarios mínimos o no recibió ingreso. Estos datos confirman la precariedad de los empleos para la inmensa mayoría de la población en un periodo con inflación baja.
Tercero. Porque la competitividad de una inmensa cantidad de empresas está subsidiada por los bajos salarios, pero no proviene de nuevas inversiones en tecnología de punta, en innovación, en investigación, en capacitación, o en mayor eficiencia de la organización. En una entrevista, Enrique Cabrero, el director de Conacyt, me dijo que sólo una tercera parte de la inversión en ciencia y tecnología proviene del sector privado, cuando en otros países este porcentaje alcanza 70%. “Es el momento de darnos cuenta de que los países ‘seguidores’, compradores de tecnología, perderán competitividad, porque ésta está basada en el costo de la mano de obra”, me dijo Cabrero a mediados de 2015.
Y el gobierno federal no lo esconde. Reconoce implícitamente esta realidad —que no es más que el fracaso de las políticas públicas— al promover inversiones extranjeras hacia el país bajo el argumento —entre otros— de la abundancia de mano de obra barata en el país. Así lo promueve ProMéxico en sus folletos y en sus oficinas en el exterior.
Juan Pablo Castañón también lo confirma con su respuesta. Son los bajos salarios el factor de competitividad más importante en nuestra economía, por eso el incremento al salario mínimo debe esperar un poco más. O mucho más.
Y por eso la respuesta a cualquier pregunta sobre una potencial mejoría en los salarios se contesta con un “cuando aumente la productividad”. Una respuesta de libro de texto, pero tan impráctico como conveniente.
Twitter:@SamuelGarciaCOM
E-mail:samuel@arenapublica.com
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