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Entre la rudeza y el cantinfleó, el presidente Enrique Peña Nieto sorprendió a todos con su respuesta oficial a las denuncias de espionaje de su gobierno; lejos de mostrar indignación con un tema tan delicado que afecta a sus gobernados, el Presidente optó por una defensa de su gobierno, al negar el espionaje del que se le acusa, pero en lugar de sensibilizarse y dimensionar la gravedad de los hechos, llevó su defensa al extremo y ubicó a los que se quejan de espionaje como enemigos y no como las víctimas de un delito grave que vulnera todas las garantías constitucionales de libertad, privacidad y seguridad que merece cualquier ciudadano y que el jefe de un gobierno como él tiene la obligación primaria de proteger y garantizar
La respuesta es desafortunada y confusa. Porque al mismo tiempo que condena “de manera categórica cualquier intervención que se tenga en la vida privada de cualquier activista o cualquier persona” y reconoce que el espionaje “no cabe en una democracia como la que vivimos”, desestima las denuncias de quienes se dicen víctimas de espionaje y considera no sólo que no son reales, sino que no causaron ningún daño a los denunciantes. Con esta respuesta Peña nos remitió a aquella ocasión en la que, en medio de la tormenta por las denuncias de corrupción y tráfico de influencias por su casa blanca de Las Lomas, el jefe del Ejecutivo, para diluir y evitar reconocer sus probables actos de ilegalidad, prefirió repartir la culpa con su aseveración de que “la corrupción en México es cultural”.
Y si no fuera el gobierno, ¿quién espía?... En la apresurada autoexoneración de su gobierno, cuando ni siquiera ha habido una investigación a fondo para saber si alguna agencia de su gabinete de seguridad hizo un mal uso del software “Pegasus” que sí compraron varias dependencias entre 2013 y 2015 al grupo israelí NSO “para temas de seguridad”, Peña confía ciegamente —hasta meter las manos al fuego— en lo que le dijeron sus secretarios involucrados, a saber, el de la Defensa, Gobernación y el procurador. Y eso puede entenderse, pero no justifica que ponga en duda que los 16 activistas, defensores y periodistas, además de los dirigentes del PAN, hayan sufrido espionaje en sus vidas profesionales y privadas o que hayan sido atacados en sus teléfonos con ese malware. ¿Son todos ellos mentirosos?
“Ninguna de las personas que se sienta agraviada, puede afirmar, demostrar o evidenciar siquiera que su vida se haya visto afectada o lastimada por esas supuestas intervenciones o por ese supuesto espionaje”, dice el Presidente constituido en juez. Y luego lanza la amenaza que más tarde trató de negar y rectificar culpando a los medios —para variar— de poner palabras que según él no dijo. “Espero que la Procuraduría General de la República con celeridad pueda deslindar responsabilidades y espero, al amparo de la ley, pueda aplicarse contra aquellos que han levantado estos falsos señalamientos contra el gobierno”. ¿La ley contra los espiados pero no contra los presuntos espiadores?
Porque eso es lo más grave de la polémica respuesta de Peña; que además de rechazar, a priori y exonerar a su gabinete del espionaje, no concede siquiera la posibilidad de que, si no fueron agencias de su gobierno, alguien más esté utilizando esos programas de espionaje tecnológico en México. En los dos casos denunciados públicamente, tanto en el de los activistas y periodistas como en el de los panistas, los señalamientos fueron sustentado en las investigaciones tecnológicas realizadas por expertos, en el primer caso del Citizen Lab canadiense y en el segundo del equipo de técnicos cibernéticos del CEN del PAN, que comprobaron que los vínculos enviados a los teléfonos celulares analizados sí llevaban a los softwares maliciosos del programa de espionaje “Pegasus”. Y que se sepa, ese programa en México sólo lo podría tener el gobierno, pues según afirma NSO group, sólo vende sus licencias a gobiernos para ser usadas exclusivamente en temas de lucha contra el terrorismo y la delincuencia.
Y, ¿entonces? ¿No le correspondería al Presidente ordenar que se investigue quién más puede estar usando esos programas de espionaje ilegalmente contra ciudadanos? ¿No le preocupa a Peña saber que haya grupos de poder, políticos, económicos o incluso criminales que puedan estar espiando y utilizando las herramientas que sólo deberían estar en manos de sus agencias de seguridad y ser usadas, como él afirma, para labores de inteligencia contra el crimen?
Si nada de eso le preocupa ni le afecta al Presidente, y lo que más le molesta es que acusen a su gobierno y se digan espiados los dirigentes civiles y políticos, a los que amenaza con aplicarles la ley por “falsos señalamientos”, entonces algo no está bien en el razonamiento con que el Presidente respondió a este delicado tema, que ya ha merecido exigencias, condenas y reclamos de investigación desde instancias internacionales como la ONU.
¿Que le pasa a Peña?... Una explicación que pudiera ayudar a entender lo que el Presidente quiso decir o lo que le sucede en su fatídico quinto año de gobierno, es lo que comenta Miguel Alemán Velasco, priísta, ex gobernador de Veracruz, e hijo del ex presidente Miguel Alemán, en su libro Si el Aguila hablara, editado en 1996: Peña padece “el síndrome del quinto año, el de Iván El Terrible, que de todo desconfía, de todos teme traiciones y a todos ataca”.
“Llega el quinto año y dice el refrán que no hay quinto malo, pero a veces no es malo, es malísimo. Es el año del síndrome de Iván El Terrible. No tiene confianza ni en su hijo, su familia murió para él y se aleja simbólicamente, porque es entonces cuando mayores abusos comete y el Presidente ni se entera. Algunas veces se entera ya en el sexto, cuando es demasiado tarde”, dice Alemán. “En este quinto año, los chismes proliferan: amigos, parientes, ahijados, bendecidos y afines ponen ‘su granito de sal’, los medios se dan vuelo… Entonces “el país está administrado por los subsecretarios en acuerdos con el Presidente. Los secretarios ‘no se la juegan’ y no le entran a las malas, sino sólo a las buenas. Saben que están en la ‘antesala de la historia’ y dudan.
“Es el síndrome que vulnera a los mandatarios mexicanos durante el quinto año de su régimen… ahora ven que aquella gloria que vivían en su tercer mesiánico año, tiene los pies de barro y está a punto de desmoronarse. Empieza la desconfianza total, que obliga a hacer cambios, modificaciones y ajustes indispensables por males causados, piensan ellos, por haber aflojado riendas. Por otra parte, durante este quinto año, saben que brotará en forma oficial el nombre del sucesor… y piensan que les traicionará… Dudan de todo y de todos, piensan dos veces lo que hablan o comentan en sus acuerdos, pues no saben si estos comentarios, estas confidencias puedan ser utilizadas para favorecer a uno u otro precandidato (...). Asumen crueldad, dureza, falta absoluta de confianza en todos y afanes verdaderamente sobrehumanos por dejar al México que ellos soñaron y, lo peor, que creyeron ya habían construido, para generaciones por venir”, comenta Miguel Alemán en su libro.
¿Será que a Peña ya le entró el síndrome de Iván El Terrible y va contra los que se atreven a acusar de espionaje a su gobierno, pero no así contra los presuntos espiadores?
Notas indiscretas… Los magistrados de lo Contencioso Administrativo de todo el país, quienes serán los nuevos responsables de sancionar los delitos de corrupción en el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción se reunieron esta semana en su Congreso Nacional para analizar el nuevo papel que jugarán tanto a nivel federal como en los estados en la atención a la principal demanda que en estos momentos tienen los mexicanos: el castigo a la corrupción y el fin de la impunidad de los corruptos. Y ahí, la presidenta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo de la CDMX, Jazmín Esquivel Mossa, aseguró que “México está en grave riesgo de colapso ante las promesas incumplidas y las traiciones” de quienes prometieron combatir la corrupción, pero al final la cobijaron y la toleraron ¿En quién estaría pensando la magistrada presidenta?... El gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, presentó esta semana su Plan Estatal de Desarrollo para su sexenio. El tema que más destacó en sus objetivos fue el de la seguridad, justo en momentos en que Sinaloa vive una crisis no sólo por la violencia de la guerra entre grupos del narcotráfico y el asesinato de periodistas como Javier Váldez, sino también por el aumento en varios delitos como el robo de autos. “La seguridad representa las más alta prioridad de mi gobierno”, dijo Quirino, que pidió al titular del ramo en su gabinete a presentar a la brevedad el programa de seguridad para el estado ¿Funcionará el plan?... Ayer en gira de trabajo conjunta por Sonora los tres titulares del sistema nacional de Salud, el secretario José Narro y los directores Mikel Arriola del IMSS y José Reyes Baeza del ISSSTE, dejaron constancia del buen clima personal y de trabajo que existe entre ellos y sus dependencias al encabezar en el estado norteño la reunión del Consejo Nacional de Salud. Ahí Mikel Arriola presentó los avances del nuevo Modelo Preventivo de Enfermedades Crónicas, que ya arrancó en empresas de Nuevo León, y que se basa en chequeos de salud a los trabajadores en sus lugares de trabajo. “Este plan será exitoso —dijo el titular del IMSS— porque más que en spots y en promoción, se basa en el chequeo en campo de la salud de los trabajadores”. Por cierto que en el evento el presentador se equivocó al presentar al director del ISSSTE como “el doc. Jorge Reyes”, a lo que el chihuahuense aclaró, entre risas del público, que ni es doctor, sino abogado y que no se llama Jorge, sino José… Se baten los dados. Serpiente. Semana negra.
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