En el deporte los legados no nacen de la nada, las hazañas realizadas construyen la inmortalidad de los atletas a través de sus nombres, se convierten en héroes, iconos o leyendas. Sin lugar a duda Usain Bolt es uno de éstos, o los tres, si, un héroe para su Jamaica, un icono para el atletismo y una leyenda para el deporte en general.

Un atleta con un físico tan imponente como su personalidad, con once títulos mundiales, ocho veces medallista olímpico, poseedor de récords en los 100 y 200 metros planos que lo hicieron ser el hombre más rápido en la última década sin rival u oponente, hasta este 2017.

Después de haberlo ganado todo en Río 2016 se pensó que era la última vez justo en lo más alto como él lo había comentado después de los Juegos Olímpicos de 2012, pero no, él quería volver al lugar que vio nacer su 9.63 segundos; su despedida tenía fecha y lugar.

La prueba abría las actividades del Campeonato Mundial en Londres, al múltiple medallista olímpico no le salió la jugada, su adiós no fue como lo tenía planeado, su despedida no fue lo que el mundo entero esperaba, la efervescencia y la expectativa eran las mismas, justo como un año atrás cuando cruzó la meta con una sonrisa tan grande como su zancada, tras haber conseguido su octavo oro olímpico, Usain Bolt no tenía ya necesidad de este final.

Los flashes y cámaras estaban listos y apuntaban a uno de los más grandes atletas de la historia del atletismo, pero no hubo final épico, lo que las cámaras captaron fue a Bolt llegando en tercer sitio, posteriormente adjudicado a pretextos sobre su salida, sus zapatos y un poco de presión, algo poco propio para un atleta de su categoría; era el fin de su carrera y el comienzo de su leyenda.

Paralelamente Justin Gatlin regresó a lo que dejó hace muchos años atrás. Estando en la cumbre de su carrera fue acusado de dopaje; mientras Bolt se cubría de gloria, Gatlin vivió uno de los momentos más difíciles de su vida sumergido en una profunda depresión misma que lo llevo a un intento de suicidio. Encontró la paz, trabajó duro, cambió su técnica, pasos más cortos por delante del cuerpo para no dejar ir tiempo, precisión distinta a la posición de sus músculos en relación al suelo, cambió todo por completo y ganó.

La cara de Justin Gatlin lo decía todo, de su papel de antagonista en 2015 pasó al de protagonista de uno de los momentos más importantes de la historia del atletismo y del deporte, casi diez años después cruzaba la línea en un tiempo que no superaba la marca de Bolt.

Los espectadores no enmudecieron, su triunfo recibió un abucheo, pero Gatlin dejó la celebración para después, antes tenía algo que hacer, pidió silencio, se arrodilló ante Bolt e hizo lo que el mundo entero había hecho en cada carrera del jamaicano rendirle tributo poniéndose a sus pies.

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***El jamaicano bajó la cortina, tras una carrera llena de oro (ANDREJ ISAKOVIC. AFP)

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