Llegó el domingo pasado a la toma de protesta de los nuevos consejeros nacionales del PRI como en campaña, saludando de mano a todos los que encontraba a su paso y repartiendo besos. Recibió a cambio porras y aplausos.  Tardó media hora en recorrer la explanada para llegar al templete.

Arropado por su partido y luego de dar un espaldarazo a Enrique Ochoa, el presidente Peña, en su papel de primer priísta del país, lanzó un discurso en el que recurrió a la palabra “nuevo” en varias ocasiones. Se refirió al nuevo México, al nuevo sistema de justicia, al nuevo rostro de los programas sociales, a los nuevos paradigmas, a las nuevas demandas sociales, a los nuevos proyectos, a los nuevos tiempos... Eso en el discurso, en las formas, el besamanos presidencial y los aplausos incondicionales no tuvieron mucho de novedoso.

La última vez que Peña pisó la sede nacional de su partido llegó como el “orgullo y gran activo” del priísmo. Se acababan de aprobar sus reformas estructurales y la prensa internacional lo calificaba como el “salvador de México”. El actual es un escenario muy distinto. Con una aprobación de apenas 31% —de acuerdo con la más reciente encuesta de Mitofsky—, el Peña de ahora convive con un priísmo silenciosamente dividido desde las derrotas estatales de 2015. Ante ellos lo dijo así: “Aquí mismo, en mayo de 2012, expresé claramente que en el PRI no tenían cabida, ni la tendrán, la corrupción, el encubrimiento, y mucho menos la impunidad”.

Está claro que corrupción sí hubo. Si habrá impunidad, eso aún está por verse. Un gran paso adelante es, sin duda, la recuperación para Veracruz por parte de la PGR y Hacienda de 421 mdp de operaciones ilícitas del escurridizo Javier Duarte. Pero este gobierno tiene poco menos de dos años para detener a los responsables de tan impúdicos saqueos. Si eso no ocurre, el balance al final del sexenio sólo puede ser desastroso.

EL HUERFANITO. Fue interesante el llamado del presidente Peña a dejar atrás las promociones anticipadas y a tener calma ante la llegada de la elección de 2018: “Primero el proyecto y luego los nombres”.  Así que será hasta el primer trimestre de ese año que sabremos del candidato del PRI a la Presidencia.

Esta instrucción para que nadie se mueva no me sorprende. Desde hace ya varios meses, el Presidente nos dijo a un grupo de periodistas que una candidatura exitosa puede construirse en unas cuantas semanas. Pareció sugerir que el elegido para contender por su partido no será ninguno de los que se mencionan y se miden en las encuestas. Habló con la confianza de quien tiene un as bajo la manga.

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