Cerramos el año con una estimación, otra vez, a la baja de crecimiento económico para 2016, el cual estimamos sea en torno a 2.0% y en línea con el menguado aumento del Producto Interno Bruto (PIB) promedio, en el periodo 2013-2016.

Entre los factores externos que han continuado frenando la marcha de la economía mexicana, están: el precio del petróleo, los ajustes al gasto público y la paulatina elevación de las tasas de la Reserva Federal (Fed).

A lo que ahora se suma la incertidumbre política por el nuevo gobierno de Estados Unidos y un comercio internacional más deprimido. De hecho, el intercambio actual de mercancías en las principales potencias económicas, es 10% inferior respecto a su nivel alcanzado en 2008.

La actividad económica en el país se ha sostenido, en gran parte, por la demanda interna como su mayor propulsor, beneficiada por las remesas y por la baja de precios al consumidor en energía y, particularmente, en telecomunicaciones por las reformas estructurales, pero el traspaso de las variaciones del tipo de cambio a precios terminará por afectarla.

Además, considerando los serios riesgos que representan para la economía nacional, todo hace suponer que la inflación seguirá subiendo en los próximos meses.

Hasta noviembre, la inflación anual al consumidor se ubicaba en 3.31%, frente a 2.21% del año anterior, y se espera termine en 3.5% al final del año. La autoridad ha tratado de contenerla, al subsidiar la energía eléctrica y no trasladar los costos de combustibles a las tarifas del transporte público, pero ahora la tendencia es hacia el alza.

Los últimos meses han estado caracterizados por episodios de volatilidad, generada por un entorno de “alta incertidumbre”, lo que hizo que el Banco de México elevara su tasa para ubicarla en 5.25%, la más alta desde junio de 2009 y es previsible un nuevo incremento en diciembre, por lo menos de otros 50 puntos base, después de la reunión de la Fed.

Esto, en virtud de que se estima que el proceso de normalización de la política monetaria estadounidense se acelerará y posiblemente con ajustes de mayor magnitud, ante la mayor tasa de inflación esperada por las políticas que instrumente Trump.

La previsión a la baja en el crecimiento de 2017, se basa en la incertidumbre prevaleciente por las políticas de EU y el impacto que tendrá en la demanda doméstica el endurecimiento de las políticas fiscal y monetaria.

Así, para el año que entra, el pronóstico de aumento en el PIB es menor a 2%. Asimismo, la inflación, tanto general como subyacente, se ubicará, muy probablemente, por arriba del techo de 4%, ya que hay que recordar que las gasolinas, gas y electricidad se liberarán a la oferta y la demanda, por lo que se sumarán a los factores que incidirán para esperar mayores precios.

Si bien es cierto que es difícil, en este momento, hacer una estimación de la marcha de la economía en los próximos años, en virtud de la incertidumbre que priva por el resultado de las elecciones de EU, si es cierto que deficiencias en el cumplimiento de la ley y la elevada inseguridad que se vive en el país, son un lastre en la efectividad de las reformas estructurales.

Asimismo, el país es un territorio con enormes diferencias de competitividad de las entidades federativas. Es vital cerrar las brechas, aunado a que sin Estado de derecho no hay certidumbre a la inversión, ni forma de anclarlas en las reformas instrumentadas.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte

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