La Selección Mexicana tuvo buenos momentos en el partido del martes ante Honduras sobre la grama de Santa Úrsula, pero se volvió a quedar muy lejos de un funcionamiento ya no digamos ideal, sino al menos definido, rumbo al Mundial de Rusia 2018.

Y es que resulta difícil alcanzar una armonía colectiva con tantas rotaciones, esta vez forzadas por las ausencias de jugadores lesionados y titulares (aunque con Juan Carlos Osorio, no hay tales). Ahí tienen ustedes el caso de Rafael Márquez, referente máximo, figura de talla mundial, que no fue alineado por el técnico colombiano. Márquez mejor adoptó el papel de asesor emergente del estratega en la banca del representativo, que no conjunto nacional.

Las rotaciones no quedan en eso. El punto es que Osorio coloca a jugadores fuera de su posición natural. ¿Por qué poner a Diego Reyes con calzador como volante de contención, en lugar de utilizar a un recuperador nato como Jesús Molina? Decisiones casi imposibles de entender en esta Selección a la que, por si fuera poco, le falta personalidad.

“La Liga mexicana es mil veces mejor que la hondureña”, nos decía horas antes del duelo el delantero catracho Carlo Costly, borrado de su selección por un pleito con el técnico Pinto. Pero tan abismal diferencia no se notó mayormente en el Azteca, donde los centroamericanos se defendieron bien y dieron pelea a los mexicanos, hasta sacar el empate a cero.

No se ve nada fácil el panorama en el hexagonal, donde habrá tres salidas harto peligrosas para el cuadro nacional.

El sino de Romano. Se cumplen 11 años de la liberación de Rubén Omar Romano, que en ese tiempo era el técnico de La Máquina Cementera del Cruz Azul. 65 días permaneció en cautiverio. En entrevista, Rubén nos reveló que nunca ha buscado ayuda psicológica. Con el apoyo de su familia enfrentó las secuelas del malhadado plagio.

Romano, técnico ofensivo por ahora desempleado, fuma más de mil cigarros al mes en espera de encontrar equipo. Ha estado a punto de ser campeón, pero el título se le ha negado de forma inverosímil. Como cuando perdió aquella final en penaltis en la cancha de Toluca. Fue en el Torneo Bicentenario 2010. Fernando Arce falló la pena máxima en muerte súbita y Rubén rompió en llanto, arrodillado a un costado de la cancha del Nemesio Diez. A eso, y no a un 7-0 en contra como el de México ante Chile, se le puede llamar un accidente del futbol, considerando que el accidente implica cierta condición fortuita o azarosa.

“Y es que yo no tiro los penaltis”, apunta, como resignado, el entrenador bonaerense.

heribertomurrieta65@gmail.com

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