Donald Trump le estrechó la mano a Enrique Peña Nieto, pero no ofreció disculpas por los insultos lanzados durante un año a México y los mexicanos.

Y el Presidente de este país no le exigió que las diera.

Tuvo la oportunidad de mandar al futuro —y sobre todo, a los ciudadanos que gobierna— un gesto de valor y de dignidad.

Lamentablemente, lo que el Presidente de este país mandó al futuro —y, sobre todo, a los ciudadanos que gobierna— fue un inexplicable silencio frente a los temas con que Trump ha agraviado a los mexicanos.

Peña Nieto pronunció en cambio una frase que no se logra entender: “El pueblo mexicano se había sentido agraviado por comentarios que se habían formulado. Pero yo estaba seguro que su interés genuino es por construir una relación y darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”.

Luego de pronunciar esa frase, el Presidente habló de “malinterpretaciones que habían lastimado a los mexicanos”.

¿Malinterpretaciones? ¿Un pueblo que “se había sentido agraviado”, aunque él estaba seguro de que el interés de Trump era “darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”?

Me parece que esto va a quedar para la Historia. Y qué pena que así sea.

Peña Nieto escribió después en su cuenta de Twitter: “Al inicio de la conversación con Donald Trump dejé claro que México no pagará por el muro”.

Donald Trump, por el contrario, dijo que en la reunión habían hablado del muro, “pero no de quién pagará por él”.

Como resulta evidente que uno de los dos mintió, cabe preguntar si alguna vez en la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos se había mentido públicamente de manera tan flagrante.

Supongo que no. Posiblemente, porque nunca había ocurrido una reunión como la que hubo ayer.

No importa qué buscaba Donald Trump al visitar México —lo que sea que haya sido lo obtuvo. Lo que importante es qué buscaba Enrique Peña Nieto al abrirle la puerta, y darle la mano, y luego guardar silencio sobre las cosas que más han agraviado a los mexicanos.

La visita del candidato republicano heló a todo mundo. No sólo a Hillary Clinton, quien reaccionó tuiteando las frases más hirientes que Trump nos ha endilgado, y quien dijo en un discurso pronunciado en Ohio que el enloquecido magnate no podía maquillar un año de insultos con una visita de pocas horas: debió helarle también la sangre a un equipo que desde julio pasado trabajaba por órdenes de la Presidencia para detener el golpeteo del candidato republicano.

Según un conjunto de fichas realizadas en Los Pinos al término de las reuniones de trabajo del equipo mencionado, a la llegada a México de la embajadora Roberta Jacobson —en mayo pasado— se aterrizó la idea de conformar un “grupo de reacción” que coordinara un acercamiento al grupo de Hillary Clinton y procurara socavar políticamente la campaña de odio de Donald Trump.

De acuerdo con esos documentos, por parte de México sería nombrado un coordinador que al mismo tiempo representaría a la Secretaría de Relaciones Exteriores —presumiblemente, Pablo Carreño King—; se esperaba, mientras tanto, que el representante de Estados Unidos fuera designado desde la oficina presidencial de aquel país, aunque uno de los reportes indica que la propia embajadora Jacobson podría coordinar al equipo estadounidense.

Las fichas indican que el “grupo de reacción” comenzó a trabajar desde el pasado mes de julio.

¿Qué sucedió en la Presidencia desde entonces hasta el viernes pasado, cuando el gobierno mexicano decidió traer a casa al enemigo declarado de México?

En todo caso, eso que sucedió hizo que se rompiera lo avanzado con el equipo de Clinton.

E hizo que la imagen presidencial recibiera otra abolladura, una más en lo que va del sexenio.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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