Una editorial madrileña publicó venturosamente para el público español una novela de Elena Garro, Recuento de personajes, pero cometió el error de abrazar la edición con una fajilla que presentaba a la autora como “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”. Una intrusión paratextual —diría el sabihondo— no escasa en tontería ni avara en el apetito comercial. Las redes sociales se enfadaron con razón, se divirtieron con los “memes” y la editorial acabó ordenando el desfajillamiento. Y listo. Ojalá que el libro se lea en España sin el aval, a fin de cuentas baladí, de los hombres. (Y ojalá lo lean las redesocialeseros.)

En fin. Si evoco esa efeméride es porque no fui impermeable al deleite de las casualidades: organizando un archivo, unos días antes, releí unas cartas que desde París, a inicios de 1987, Garro envió a la agente literaria Carmen Balcells. (Están entre los “Elena Garro Papers” de la Universidad de Princeton, porque en México no se cultiva el género archivo literario.) Se infiere que Balcells le ha pedido un curriculum y otros datos con objeto de buscarle editor a Memorias de España 1937, su libro sobre el viaje a la guerra civil que hizo con su entonces esposo Octavio Paz. Al parecer no hubo cliente en España, pues el libro aparecería en México en 1992 publicado por Siglo XXI Editores.

Hay una enorme cantidad de material epistolar de Garro en Princeton: caos y delirio, belleza y amargura. No es raro que a cada carta la siga otra que dice lo contrario. Ignoro cuánto se ha publicado, pero un veloz clavado a Google indica que no lo han sido éstas a Balcells. En la fechada el 17 de febrero de ese año, Garro responde “a las preguntas que me haces”. Reproduzco en seguida algunos párrafos incitantes:

“El papel que desempeña el lenguaje poético en mis obras breves de teatro es el de la libertad interior. No creo que exista la libertad exterior. Creo que sin esa libertad interior la poesía y el espíritu se asfixian.”

“Para mí lo mexicano es un arrebato religioso, un querer ir ‘hacia arriba’, hacia lo maravilloso. Ya antes de la llegada de los españoles, los mexicanos gozaban de un régimen teocrático y su máxima aspiración era llegar a Dios. Los españoles suplieron a ese gobierno con el esplendor de la Iglesia Católica, en la que los mexicanos encontraron lo que creyeron perdido: belleza, magia, ritos y una jerarquía que abarcaba desde el campesino más anónimo hasta Dios en una escala de valores perfecta”.

“La realidad concreta para mí son muchas realidades, que aunque aparentemente no vemos están ahí, como los poderes invisibles que forman y mueven a esas realidades, las transforman y las transmutan en realidades distintas.”

“El papel del teatro ha ido disminuyendo a medida que el cine y la televisión han ido en aumento. El teatro es un elemento sagrado y cada vez el hombre se aleja más de lo sagrado para acercarse a la mercantilización de lo cotidiano. Creo que para que haya un gran teatro tiene que haber una gran religión que presida la vida de los pueblos.”

“¿En cuál de mis personajes me reconozco? Sin lugar a dudas en Juan Cariño, de Los recuerdos del porvenir. Yo, como él, si alguna vez volviera a mi casa y se me preguntara: “¿Quién es?”, respondería: “¡Una que se fue!”

“En ‘El Árbol’ digo mujer-niña, que es una expresión francesa que significa mujer infantil, que no ha crecido interiormente. En general son las mujeres poéticas.”·

“Es indispensable vivir encantado para ser creativo y tener el alma joven. De una fuente seca no brota agua.”

“A mí no me desagrada la aristocracia. Al contrario, soy partidaria de ella, ya que detrás de cada aristócrata hay un pedazo de la historia de su país. A mí me desagradan los advenedizos, los snobs, los que pretenden ser lo que no son.”

“Leí mucho antes de atreverme a escribir. El lenguaje sintético lo logré por horror a la charlatanería. Además es más fácil escribir pocas palabras que centenares de ellas.”

Hasta ahí esa carta. Pero la razón por la que las recordé es que, en otra del paquete, Garro menciona la conjetural publicación de las Memorias de España 1937:

“Mira: me parece muy amable de tu parte haber propuesto esas memorias a las editoriales. No tengo ninguna objeción que hacer. Más bien, tengo una sola: que por ningún motivo se les vaya a ocurrir a los editores poner en el título alguna referencia a Octavio Paz. Su cólera no tendría límites. Diría que aprovecho su nombre. ¡Dios me guarde de hacer semejante disparate! Pensé que como él es tan famoso y yo soy una desconocida, a los editores se les podría ocurrir en vista a la venta del libro (sic), echar mano a su nombre para la carátula del libro. Si fuese así, preferiría no publicarlo. Tú me entiendes y sabes las aguas turbulentas que corren subterráneamente en las no relaciones entre él y yo.”

Curiosa cosa, esta crónica de la fajilla anunciada…

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