La tortura y el homicidio de Nadia Vera, Yesenia Quiroz, Mile Virginia, Alejandra Negrete y el fotoperiodista Rubén Espinosa descubrió, desveló nuevamente, al gobernador de Veracruz Javier Duarte.

Le quitó el cobijo que da el tiempo, el olvido, la inacción, la falta de división de poderes en los estados, la buena relación con medios nacionales, el control de los locales y la cercanía con el gobierno federal priísta.

Sería irresponsable señalarlo como culpable de tan horrenda ejecución sin investigación alguna. Todavía no se sabe quiénes son los autores materiales e intelectuales del multihomicidio en la colonia Narvarte de la ciudad de México. Pero independientemente de lo que informe la Procuraduría del Distrito Federal, este doloroso crimen lo colocó, una vez más y con mayor fuerza, en el aparador.

Los reflectores apuntan a sus dichos, frases y postura. Y a su violenta administración, no sólo como el gobierno con el mayor número de periodistas asesinados.

Hace poco más de un mes, en el día de la libertad de expresión, Duarte les dijo a trabajadores de medios de comunicación “Pórtense bien… todos sabemos quiénes andan en malos pasos… vamos a sacudir el árbol y se van a caer muchas manzanas podridas…”

Esta no es la primera vez que el gobernador de Veracruz señala a las víctimas como delincuentes, merecedores del peor destino.

Hace cuatro años, cuando una treintena de cuerpos fue arrojada en la vía pública, en Boca del Río, Duarte escribió varios tuits. Uno decía “Es aberrante e indignante, repudio lo que ocurrió ayer, sin embargo el mensaje es muy claro, en Veracruz no hay cabida para la delincuencia.” En otro se leía “Es lamentable el asesinato de 35 personas, pero lo es más que esas mismas personas hayan escogido dedicarse a extorsionar, secuestra y matar.”

Así sus declaraciones, sin más proceso legal que el de su ronco pecho.

Dudo que prospere el juicio político que el PRD propondrá la próxima semana contra Javier Duarte. Porque el Congreso no logró siquiera llamarlo a comparecer. El PRI y el Partido Verde se negaron. Pero es un actor más, de muchos, que dirige la mirada no a lo que ocurrió con Rubén Espinosa sino a lo sucedido en toda su gestión.

Como testigos están los ataques a medios de comunicación, la muerte, la desaparición, el exilio y los testimonios de periodistas. Está también ese dejar ser para que criminales actúen y queden en la impunidad. Y ese decir para señalar a los muertos como culpables.

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