La humillante derrota de Cruz Azul frente a Tigres 3-0 el sábado anterior, que significó su eliminación de la Liguilla por cuarta ocasión en forma consecutiva, simplemente confirma que el equipo vino de más a menos en la temporada, se desmoronó al final, vino la debacle en el último juego y no pudo alcanzar la regularidad y consistencia que se necesitan para, por lo menos, calificar a las finales.

Y la verdad es que dio pena la actuación de Cruz Azul; fue un equipo desconcertado, desconfiado, bajo de nivel individual y colectivo, sin capacidad de reacción, sólo con fugaces destellos de calidad y sin espíritu combativo, sin alma, perdido.

El fracaso ha sido el común denominador de la institución cruzazulina, pues no sólo son 19 años y medio de ayuno de títulos de liga, sino las decepcionantes actuaciones que ha tenido. Los números que registra son mediocres: 5 triunfos, 7 empates y 5 derrotas, con 22 puntos, insuficientes para avanzar a la Liguilla.

A la directiva de Cruz Azul le han faltado capacidad y talento para armar un equipo sólido, desarrollarlo, consolidarlo y apuntalarlo para lograr campeonatos y le ha sobrado tiempo para producir grandes fracasos que han dado como resultado la decepción y el desencanto de sus fieles aficionados, cada vez más dolidos por la falta de resultados.

Sería ingenuo pensar que un equipo de la talla de Cruz Azul no gana campeonatos por mala suerte o alguna maldición. No, el problema de Cruz Azul y su escasez de momentos de gloria es de fondo y tiene explicaciones.

Los intereses particulares han prevalecido sobre los de la institución. Las pugnas internas entre los hermanos Guillermo y Alfredo Álvarez Cuevas han cobrado una factura muy costosa. La influencia del promotor Carlos Hurtado ha dado como resultado que Cruz Azul ha sido el mejor negocio para él, pero para la institución Hurtado es su peor enemigo, con la complicidad de directivos y entrenadores que lo han dejado maniobrar abiertamente.

Cuando un equipo tiene un mal año, o dos, se puede responsabilizar directamente a jugadores y al entrenador, pero cuando se trata de casi dos décadas en las que el fracaso ha sido el resultado más frecuente, con distintos jugadores y técnicos, la responsabilidad y culpa es de los directivos, incapaces de modificar esta triste realidad azul.

ecamarenar@tdnsports.com

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