Al más puro estilo de Gabriel García Márquez, como si se tratara de la “Crónica de una muerte anunciada” Gustavo Matosas dejó de ser el director técnico de los Rojinegros del Atlas, para convertirse en el sexto timonel despedido en lo que va del torneo.

El primero en caer fue Rubén Omar Romano, de Xolos, seguido por el portugués Pedro Caixinha, de Santos. Continuó el ‘Chepo’ José Manuel de la Torre del Rebaño Sagrado; después el argentino Carlos Bustos, dejando a Dorados con un pie en la Primera A y el otro en una cáscara de plátano; y por último (antes que Matosas) Sergio Bueno, quien de plano no pudo con el paquete de dirigir a la Máquina Celeste de Cruz Azul.

Me parece que la decisión más importante que debe realizar el presidente de un equipo es designar a su director técnico. Entonces, escapa por completo a mi entendimiento cómo es que con tan inusitada frecuencia se equivocan en su elección.

Esto toma matices dramáticos cuando sabemos que no se trata de una decisión precipitada, tomada en momentos de incertidumbre; al contrario, la elección, supuestamente, se hace contando con el asesoramiento de especialistas, analizando a fondo el currículo y el perfil de los candidatos para, finalmente, luego de escudriñar la lista de los finalistas, contratar a la persona adecuada.

Es entonces cuando resulta más incomprensible que se equivoquen tan seguido y de tan fea manera; digo, así lo demuestra el hecho de que de 18 técnicos que iniciaron el apertura 2015, el 33% de ellos ya han sido despedidos.

Lo más grave de todo esto es que “los dueños del balón” sigan contratando una y otra vez a los mismos sujetos, que han probado en más de una ocasión sus limitaciones para ocupar el cargo.

Pero lo peor, desde mi punto de vista, es la pasividad de la crítica especializada hacia los directivos que tomaron la (equivocada) decisión al elegir a su estratega, que lejos de cuestionarlos, presionarlos y calificarlos de incompetentes, los indultan diligentemente tomándolo como algo normal. ¡Las costumbres hacen leyes!

Cuando un futbolista falla un gol, cuando la defensiva hace agua, cuando el portero se come un tanto, cuando un entrenador se equivoca en los cambios; ya no digamos cuando un árbitro la riega, tienen su merecido en cuanto a crítica se refiere, muchas veces les caen de la tercera cuerda” y deben cargar sobre sus hombros con la responsabilidad de una derrota.

Pero en el caso de los dueños del balón, nadie se atreve a cuestionarlos, no se les toca ni con el pétalo de una rosa. Total, es su dinero y “tienen todo el derecho de equivocarse”. La historia se repetirá. Uno más del reducido grupúsculo de estrategas llegará a la institución, para dar así el primer paso para, a la brevedad, también ser cesado, y que siga la fiesta. Porque los directivos en el balompié mexicano las palabras “trabajo a largo plazo”... las han borrado de su diccionario.

ebrizio@hotmail.com

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