Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Fotografía actual: Carlos Villasana y Gabriel Cedillo
Diseño web: Miguel Ángel Garnica

María Sada, quien es restauradora, llegó a vivir al Edificio Vizcaya en 1988, cuando la construcción estaba todavía bajo el decreto de Rentas Congeladas, puesto en marcha a principios de los años cuarenta. Dicho decreto impactó de forma negativa al inmueble ya que propició que perdiera parte del lujo que lo diferenciaba de otras viviendas de su tiempo: servicios de agua día y noche, instalación eléctrica subterránea, elevadores para sus inquilinos, una innovadora caja de timbrado para sus 60 departamentos y su belleza arquitectónica.

"Antes de su decadencia, el edificio fue habitado por todo tipo de gente, ya fueran artistas, diplomáticos o comerciantes;  eso sí, eran más los habitantes extranjeros porque la mayoría de los mexicanos estaban acostumbrados a vivir en casa, no en departamento. Cuando se instauró el decreto de Rentas Congeladas, los que tenían posibilidades se fueron a otro lado y los demás se quedaron aquí", comentó.

El decreto fue eliminado en 1992 y los dueños del edificio lo pusieron en venta como condominio, teniendo preferencia hacia los inquilinos que habían vivido —y sobrevivido— a su deterioro. Por ello, María pudo adquirir su departamento tras intercambiar su carro, que a la moneda actual sería la insólita cantidad de 60 mil pesos.

De acuerdo con María, las condiciones del edificio eran deplorables, había gatos muertos en las cisternas, los elevadores no servían y los candiles estaban envueltos en telarañas. "Cuando yo llegué a vivir aquí era un asco, sólo había dos personas para la limpieza del edificio y a duras penas pasaban un trapo. Los tinacos tenían agua podrida y por ello la gente tenía infecciones en la piel. En mi departamento el abandono era brutal, había chicles adheridos a la duela, mi puerta no tenía chapa, pulgas, el mosaico de los baños no se veía por tanto hongo, los vitrales y vidrios antiguos llenos de calcomanías... Muy triste", recordó.

El efecto “hidra” para convencer a los vecinos de la restauración

Tras la adquisición de su departamento, María sintió la necesidad de mejorar su casa y no fue la única, seis de sus vecinos se le unieron y paulatinamente fueron arreglando sus propios departamentos. Ya en conjunto notaron la relevancia arquitectónica del inmueble, "todos tenemos diversas actividades y profesiones, lo que nos permitió ver al edificio desde diferentes ángulos. En mi caso soy restauradora. Mi especialidad es la pintura y ya había participado en proyectos de rescate arquitectónico, lo que me hizo notar ciertas cosas que fui compartiendo con mis vecinos.

“Además de que todos nos dábamos cuenta de que urgía cambiar instalaciones de servicios como el agua, la luz y hacer funcionales los elevadores". Entre risas nos menciona que en aquel entonces se auto-denominaron la "Hidra", ya que eran siete cabezas pensando cómo convencer a los demás vecinos de los beneficios que les traería la restauración del edificio.

Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos
Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos

Hoy se mantiene de los pagos por la filmación de comerciales

Hace apenas once años, lograron ser mayoría los habitantes del Vizcaya que abogaban por la rehabilitación de la construcción, por lo que mandaron a hacer estudios exhaustivos del edificio que arrojaran las áreas a las que debían de poner mayor interés y cuidado.

Muchos de los inquilinos estaban renuentes —y algunos otros quizás lo siguen estando— por la inversión monetaria que requería o por los cambios que esto significaría para su día a día, pero los vecinos encontraron una forma para que los gastos de la restauración “no saliera de su bolsillo": rentar el edifico para filmaciones de comerciales, corto o largometrajes.

El pago de la primera renta se utilizó para limpiar minuciosamente fachadas, ventanas, vitrales y cambiar las instalaciones de los servicios; después siguió el cambio de la red hidráulica, re-impermeabilizar la azotea, cambiar el pavimento de la privada, la creación de una azotea verde, pintura para las zonas de servicio y así consecuentemente.

María compartió a EL UNIVERSAL que los elementos más costosos de todo el proceso han sido la reparación de la mansarda que corona a la fachada del edificio porque "estaba totalmente quebrada" y devolverle la funcionalidad a los elevadores. En la actualidad, los recursos para la restauración están destinados para el cambio de vigas y áreas de servicio.

El edificio con elevadores del antiguo Paseo Nuevo, hoy Bucareli

El cronista Héctor de Mauleón cuenta que "a finales del siglo XVIII, el virrey de Bucareli entregó a la capital del país un nuevo paseo: un paseo ilustrado. Se le llamó, precisamente, Paseo Nuevo (1869-1928), aunque el público no tardó en proporcionarle el nombre de su creador."  Comenzaba en el actual Paseo de la Reforma y terminaba en avenida Chapultepec y, de acuerdo con el cronista, era de las calles más bellas de la Ciudad, avenida Bucareli.

Después de la inauguración de Paseo de la Reforma, la usanza de caminar por la avenida Bucareli decayó y en sus alrededores se empezaron a construir casas, mansiones y edificios, como el Palavicini, el Gaona, la Secretaría de Gobernación y, justo a unos metros del Reloj Chino, el Edificio Vizcaya.

Fue construido por Roberto Servín en 1924 y sobresalía su fachada de cantera "gris de los Remedios", la mansarda azul y  sus innovadores cimientos hidráulicos que lo ayudarían en caso de sismo. El Edificio Vizcaya se promocionaba como una de las viviendas más modernas y confortables de la época.

María nos cuenta que Gabriela García Lascuráin, encargada de la investigación histórica del inmueble, encontró que el edificio se creó con los servicios necesarios para dar comodidad a sus habitantes: cada departamento contaba con 3 suministros de agua diferentes para manejar buena presión, servicio eléctrico y seis elevadores automáticos. Asimismo, contaba con todo el lujo en sus acabados: yesería de primera, pisos de duela de pino, barandales de hierro forjado, mosaicos, vitrales y pasamanos de madera natural.

Los anuncios de venta resaltaban dos de los servicios, los elevadores automáticos y agua corriente día y noche. "Suponemos que eso no era muy común en la época y que resultaba muy difícil que la gente tuviera agua todo el tiempo", explicó María a EL UNIVERSAL.

Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos
Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos
Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos
Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos


Volantes publicitarios de diferentes diarios y revistas de los años treinta donde se anuncia el alquiler de los departamentos del Edificio Vizcaya. Cortesía: Administración Edificio Vizcaya.

"Uno de los principios de la restauración es el no intentar cosas nuevas ni meter el gusto personal, sino respetar la estructura y la paleta de color original", nos dijo María y la puesta en práctica de éste principio es visible al interior y exterior del edificio: cinco de los seis elevadores son funcionales, se limpiaron todos los vitrales, se salvaron las duelas, los barandales y en la fachada, los anuncios de las accesorias lucen como lo hacían en la época del Edificio Vizcaya.

Asimismo, María comentó que cambiaron los árboles de la banqueta después de que una camioneta se impactó contra uno de ellos y se cayó. Al removerlo, descubrieron que todos carecían de raíz, además de que estaban tremendamente chuecos. Los vecinos desconocen si todos los árboles de la avenida Bucareli están en la misma condición, pero tras ese descubrimiento y la amenaza latente de que se cayeran con cualquier impacto, decidieron plantar árboles pequeños.

Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos
Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos


Toma del Edificio Vizcaya antes de su restauración en 2010, en donde se aprecian los árboles en la banqueta y las accesorias con su fachada totalmente pintada. Crédito: Gabriel Cedillo.

Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos
Los departamentos en ruinas que valían 60 mil pesos

El edificio Vizcaya, muestra del éxito de la unión vecinal

"Claro, como todo condominio tenemos problemas. No todos estamos de acuerdo en ciertas cosas, pero ahí vamos, porque todo esto es un bien común, por eso cuando una filmación afecta la entrada de cierto edificio, se da a los habitantes una compensación económica, por las molestias que le pueda causar.  Estoy segura que si no hubiera sido de esa forma -la renta del edificio para filmaciones- no hubiera sido posible la restauración; porque es algo que sale muy caro y sólo se hubiera logrado si los inquilinos tuviéramos esa posibilidad económica", comentó María.

A pesar de que aún hacen falta zonas y elementos por rehabilitar, el Edificio Vizcaya es una muestra del éxito de la unión vecinal para el mejoramiento de sus viviendas. Pero el interés de los habitantes no se reduce a su propio edificio, sino que les preocupa la dignificación de toda la avenida Bucareli y la recuperación del esplendor que alguna vez tuvo esta histórica vía. En fechas recientes, los inquilinos del Edificio Mascota se les acercaron para que les platicaran su experiencia en cuanto a la recuperación del Vizcaya.

María se despidió de EL UNIVERSAL diciendo que "en la zona hay otros edificios que están totalmente descuidados y graffiteados. Ojalá sus dueños se quieran poner las pilas por sus casas, o en su caso, que las autoridades correspondientes exijan que las fachadas sigan los manuales e instructivos que ellos mismos proponen".

*El comparativo ,de las fotos al principio, describe la privada del Edificio Vizcaya, situada en el número 128 de la avenida Bucareli, a mediados de los años setenta.  Este conjunto fue construido por Roberto Servín en 1924, y se conserva hasta la actualidad, como uno de los más representativos de la zona. Crédito: INBA.

Fotografía antigua: Colección Villasana - Torres, INBA y Administración del Edificio Vizcaya.

Fuentes: Entrevistas con María Sada y Gabriela García Lascuráin. Artículo "Nostalgia de Bucareli" de Héctor de Mauleón, EL UNIVERSAL.

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