Texto: Paola Juárez
Fotos actuales: Paola Juárez y Secretaria del Medio Ambiente
Diseño web: Miguel Ángel Garnica

Si alguien te dijera que en la Ciudad de México hay un lugar donde se puede escuchar  la energía del sol, el aire y el agua través de notas musicales, ¿lo creerías? Quizá, pensarías que es una mentira; sin embargo, ese sitio existe y se encuentra incrustado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec: es el Cárcamo de Dolores.

Este lugar integra en un mismo espacio las obras de arquitectos, ingenieros y artistas para crear una construcción donde convergen la ciencia y la cultura entre los murales, el edificio y la fuente que constituyen todo el recinto. Por un lado, el Cárcamo alberga el mural llamado “El agua, origen de la vida en la Tierra”, obra única que Diego Rivera pintó con materiales especiales que pudieran lucir bajo el agua, pues por varios años estuvo cubierto de este líquido. Y fue uno de los aportes artísticos de gran importancia al sistema de aguas de la ciudad.

Así, la magia sonora de este pequeño recinto se debe a la Cámara Lambdoma, obra del artista mexicano Ariel Guzik que se instaló en el Cárcamo en abril de 2011. La pieza está formada por un sensor de sonoridad. Éste percibe los tres elementos y el ruido térmico que producen. La energía es captada a través de dos pipas que integran el órgano de armónicos, encargado de amplificar la música proveniente de las vibraciones de la naturaleza que rodean al lugar y convergen en este inmueble, el cual resulta ideal por su acústica.

Encargados del Cárcamo de Dolores comentaron a EL UNIVERSAL que la música se escucha más fuerte en época de lluvia, cuando aumenta la fuerza de la corriente de agua del subsuelo, o bien, en temporada de calor.

La construcción, ahora museo, en un principio fungió plenamente como cárcamo; es decir, la obra hidráulica que en términos generales sirve para bombear o impulsar agua hacia sitios cercanos.

La edificación del recinto inició en 1942, como parte de las construcciones para proveer de agua potable a la ciudad de México a través del Sistema Lerma-Cutzamala. De hecho, es la parte final de este acueducto de 62 kilómetros, el cual remata justo en el Cárcamo de Chapultepec, según se lee en una de las placas de este lugar.

A las afueras del museo preguntamos a algunos de los transeúntes si conocían este sitio y se sorprendieron al decirles que por ahí aún pasa el agua que llega a algunas zonas de la ciudad de México, proveniente de Michoacán y Estado de México.

Como parte del proyecto a la entrada del museo se encuentra una fuente dedicada al dios prehispánico del agua, Tláloc, que recibe a los visitantes.

Fue en 1950 cuando el arquitecto Ricardo Rivas, encargado de diseñar el proyecto, invitó al muralista Diego Rivera para crear una obra que se viera a través del agua. En un inicio el pintor pensó en cubrir todo el edificio: muros, cúpula, entrada con murales; sin embargo, sólo logró concretar el túnel donde pasaba el agua y la parte del exterior donde se encuentra la fuente de Tláloc.


La Fuente de Tláloc, obra de Diego Rivera, vista desde las alturas. Junto a ella se alcanza a ver el inmueble que ocupa el Museo del Cárcamo de Dolores, donde se encuentra el mural “El agua, origen de la vida en la Tierra”, también de Diego Rivera. Crédito: SEDEMA.

Durante la visita de EL UNIVERSAL a este espacio, encontramos una placa cuya inscripción describe el sentir de Diego Rivera, entonces de 64 años de edad, al hacer este mural:

“En esta fuente tuve la oportunidad de realizar la integración plástica de la pintura y la escultura, haciéndolas vivir dentro del agua, la cual da movimiento a sus formas… La máxima visibilidad se obtiene desde la altura… Tláloc ofrece el medio líquido indispensable en la vida del ser humano y con la mano izquierda planta cuatro granos de maíz… El dios se hace hombre, dando la cara al cárcamo y chorreando agua de sus cabellos. Adelanta sus poderosas y enormes manos bajo la tierra para entregar el agua a la Ciudad de México”.


Tláloc visto desde el interior del Cárcamo, donde se aprecia la sincronía que quiso plasmar Diego Rivera: en el exterior la cabeza de Tláloc y dentro las enormes manos que recibirían el agua y la distribuirían a la Ciudad de México.

El pintor siempre adecuó sus dibujos y perspectivas para ser vistos tanto de frente, como desde un punto más alto y también en el exterior desde los cuatro puntos superiores de la cámara.

En la parte del contenedor de agua, que se encuentra hacia abajo del espectador, practicó la perspectiva curvilínea, que permite observar su mural desde cualquier punto, sin deformarse y adecuándose a la estructura del lugar.

Para ello, realizó un estudio estereométrico, técnica poco utilizada en aquel tiempo en las artes gráficas con la ayuda de un lente gran angular.


Imagen tomada del sitio web de la Sedema, donde se aprecia al pintor Diego Rivera realizando los primeros trazos de su mural subacuático: “El agua, origen de la vida en la Tierra”.

El mural de Rivera hace un recorrido del origen de la vida a través del agua, en él que encontramos un autorretrato del muralista, quien se pintó en forma de sapo y está debajo de la axila de la mujer. También pintó a su hija Ruth Rivera.


En la primera imagen observamos el autorretrato de Rivera en forma de sapo,  justo debajo de la axila de la mujer; en la segunda, el retrato de Ruth Rivera Marín, hija de Diego Rivera

Rivera no olvidó a quienes contribuyeron en la realización de esta obra. En una parte dibujó a todos los arquitectos que participaron y en el centro se puede observar al ingeniero Eduardo Molina, uno de los jefes del proyecto.

Una de las paredes exteriores del museo muestra una placa que rinde homenaje a los trabajadores que murieron durante las obras de construcción del Sistema del Lerma-Cutzamala.

El Cárcamo fue inaugurado el 4 de septiembre de 1951.


Los arquitectos e ingenieros que participaron en la construcción del Cárcamo de Chapultepec también quedaron plasmados en el mural de Rivera.

No obstante, el torrente acuífero debió ser reencausado en 1990 para restaurar el mural, pues a pesar de estar planeado para conservar sus colores, el deterioro fue inevitable. De esta forma se eliminó definitivamente la presencia física del agua en el recinto.

De 1992 a 1994 el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) intervino el inmueble para hacer la primera restauración y rescatar el mural. Actualmente, el agua que pasa por fuera del Cárcamo llega a algunas zonas del poniente de la ciudad, como las delegaciones Álvaro Obregón, Miguel Hidalgo y Cuajimalpa, indicó en entrevista el asesor educativo del cárcamo, Víctor Suárez Palacios.

En el año de 2010 que se realizó una segunda restauración del edificio.

Pocas veces este lugar ha sido escenario de eventos oficiales, en 2011 con motivo de la presentación del “Acuerdo por el Agua 2030”, ceremonia encabezada por el entonces presidente Felipe Calderón.

Al final del recorrido, preguntamos a uno de los visitantes qué opinaba de la música que ahí se produce por el correr del agua, el sol y el viento:

“Es música maravillosa para mis oídos, me llena de vida, es casi perfecta, es un sonido misterioso. Ojalá hubiera descubierto este lugar antes, para venir cada vez que necesitaba tomar alguna decisión de mi vida”, respondió.

Fotos antiguas: Sitio web de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema).

Fuentes: Sitio web del Museo de Historia Natural y Cultural Ambiental, Sedema, México desconocido y CONAGUA; entrevista con Víctor Suárez Palacios, asesor educativo del Cárcamo y entrevistas con pasantes de la zona.

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