“La Iglesia es consciente de la responsabilidad que tiene de salvaguardar y gestionar diligentemente sus propios bienes, a la luz de su misión evangelizadora y con particular solicitud hacia los necesitados”. Así se expresa el motu proprio “Fidelis dispensator et prudens” con el que el papa Francisco, asumiendo una reforma de transparencia y control económico iniciada por su predecesor, estableció a principios del año pasado la nueva estructura de coordinación de los asuntos económicos y administrativos de la Santa Sede. Un año después se dieron a conocer los estatutos de los nuevos organismos económicos: el Consejo de Asuntos Económicos, la Secretaría de Asuntos Económicos y el Auditor General. En estos días fueron presentados los estados financieros consolidados de la Santa Sede y los estados financieros del Gobierno del Estado del Vaticano.

El reporte anual del 2014 constituye un paso en la transición que va asumiendo las políticas de administración financiera basadas sobre los Principios Contables Internacionales para el Sector Público. Con este proceso se busca, también, actualizar las prácticas para elaboración, aplicación y ejecución de presupuestos. Los instrumentos de control y evaluación no sólo ayudan a un aprovechamiento eficiente de los recursos, sino también se convierten en un ejemplo para otras instancias eclesiales —desde las conferencias episcopales hasta las diócesis y parroquias— e incluso para los estados.

La complejidad y originalidad de la Santa Sede no han impedido que se tome en serio este proceso. Como todo sistema, conoce las tensiones entre el control y la eficiencia, la libertad debida a sus propios fines y la justicia de dar a conocer a los involucrados el uso de sus bienes. Es de destacarse la participación creciente de laicos en el Consejo de Asuntos Económicos, y de instancias independientes para la supervisión.

Los estados financieros fueron preparados por la Prefectura de los Asuntos Económicos y examinados y verificados por la Secretaría de Asuntos Económicos, el Comité de Auditoría y el revisor externo. Un comunicado de la Sala de Prensa dio cuenta de ellos, explicando particularmente las dificultades para hacer una comparación con lo presentado el año anterior, dados los cambios de políticas. Fue señalado, en principio, una cierta mejora en el balance de la Santa Sede, que, sin embargo, mantiene un déficit no indiferente, y un crecimiento consistente en el Governatorato. Los elementos de control parecen ir rindiendo sus frutos.

Sin embargo, el principal fruto de este proceso tiene que ubicarse en el ámbito ético. No sólo debe impedirse tajantemente que las instancias de la Iglesia sean utilizadas para fines ajenos a su misión, y mucho menos opuestos a ella, sino también dar testimonio claro de los valores de la fe y del recto uso de los bienes. El poder corruptor del dinero no ha de ser ignorado con ingenuidad, y no conviene olvidar que el traidor de Jesús fue precisamente el que administraba la bolsa.

Sacerdote de la Arquidiócesis de México

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