El pasado 11 de octubre se celebró como cada año el Día Internacional de la Niña, una fecha que la Organización de las Naciones Unidas ha querido resaltar para reconocer sus derechos y poner a la vista las excepcionales dificultades de violencia y discriminación que enfrentan alrededor del mundo.

En esta ocasión, la comunidad internacional quiso dejar patente una visión hacia 2030, las niñas nacidas en el nuevo milenio que hoy son adolescentes romperán la cadena intergeneracional de pobreza, violencia, exclusión y discriminación.

El poder del adolescente, sin exclusión de géneros, es hoy muy notorio. Estamos ante una juventud prodigiosa, donde miles de ellos, como nunca antes, se conciben como emprendedores y no como empleados. Una juventud de innovadores, con el mayor poder de comunicación a través de las redes sociales y una innata familiarización con la tecnología digital.

Los adolecentes representan un poder mayúsculo. Más de la mitad de la población en el mundo tiene menos de 30 años y de ellos 1, 800 millones son jóvenes entre 10 y 24 años, una cifra récord en la historia de la humanidad. Nueve de cada 10 de estos jóvenes viven en economías menos desarrolladas que requieren respaldo. Los jóvenes simbolizan una enorme promesa, pero también un reto como sector poblacional, pues también son un grupo numeroso entre los desempleados, representando casi 40% de los 197 millones de personas sin empleo en 2012. Son muchas las dificultades que enfrentan: el creciente nivel de alcoholismo y drogadicción, la violencia, el embarazo y matrimonio adolescente, la deserción escolar, etc.

Promover e invertir en el desarrollo de los jóvenes asegurará un futuro exitoso para el planeta. Sin embargo, a pesar de que los gobiernos están conscientes de que la educación es la base de este desarrollo, los jóvenes rechazan las técnicas clásicas de enseñanza y por ello los sistemas educativos deben transformarse.

Hoy los millennials no pueden ni quieren seguir formándose bajo los antiguos sistemas de aprendizaje. Es imperativo reforzar el mundo tecnológico precisamente para aprovechar sus conocimientos naturalmente aprendidos. Ellos están demandando una renovación tecnológica en la enseñanza que les abra alternativas atractivas y que les permita un desarrollo de capacidades individuales y talentos diferenciados; con un nuevo papel del profesor como mentor más que como fuente única de conocimientos. La educación a distancia es una excelente alternativa que les permite explorar y crear, en lugar de obtener contenidos masivos. Así, el joven podrá ir renovando esos conocimientos con la fuerza natural de los descubrimientos de su naciente talento.

La inversión es enorme; sin embargo, ofrecerles todas las oportunidades a estos adolescentes le traerá el mayor provecho a las siguientes generaciones. Invertir en este gran poder adolescente puede traernos soluciones innovadoras a problemas como el cambio climático, la desigualdad social y económica, los conflictos armados, la prevención de enfermedades, la falta de democracia en ciertas regiones, entre otros.

Evidentemente las jóvenes adolescentes tendrán que estar incluidas en este acceso tecnológico. Las mujeres somos la mitad de la humanidad y no podemos sustraernos de nuestras responsabilidades. Las niñas y adolescentes tendrán que tomar su lugar en este camino hacia la sustentabilidad global. Esta generación es nuestra esperanza.

Fundadora de Angelíssima, FAF y FoCo

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