La ofensiva del presidente Donald Trump contra México nos está orillando a reeditar lugares comunes. Es inevitable: cuando esgrime viejos estereotipos sobre el narcotráfico y la migración nos obliga a recuperar antiguos argumentos para refutarlos. Para muestra basta un botón, un fragmento de mi libro Mexicanidad y esquizofrenia, que comencé a escribir hace casi una década:

“...La certera analogía paquidérmica atribuida al ex primer ministro canadiense Pierre Elliot Trudeau es útil… En efecto, tener de vecinos a los Estados Unidos es como dormir con un elefante: hasta cuando se pone cariñoso nos puede aplastar. Sólo habría que agregar que cuando se torna desconfiado y le da por hurgar en nuestro buró nos deja destrozos. Resulta que el elefante es drogadicto, está dispuesto a pagar lo que sea para obtener la droga y, sin embargo, cuando le pasamos los paquetes que le llegan se enoja... [H]ay que reiterar que la droga se produce y se trafica porque se consume: es la demanda la que estimula la oferta, y el mayor mercado está al norte… Nuestros vecinos… no reparan en el hecho de que además de consumir ellos también producen y, sobre todo, trafican… [D]esde la población fronteriza, portuaria o aeroportuaria estadounidense a la que llega, la droga se distribuye con asombrosa eficiencia a todo lo largo y ancho de un territorio mucho más extenso que el nuestro. El cliente en la más grande ciudad o en el más pequeño y apartado pueblo norteamericano puede comprar su dosis puntualmente. Toda esa red de transporte, almacenamiento y venta encargada de realizar la complicadísima logística que implica el movimiento de la droga opera dentro del territorio de los Estados Unidos de América, y ahí son sus autoridades, y nadie más, las encargadas de aplicar la ley…

…[C]uando ellos nos acusan de no detener a los narcotraficantes cabría evocar al elefante hablando de orejas. Es evidente que si no tuvieran un problema de corrupción y arreglos extralegales en su jurisdicción territorial la distribución de la droga sería muy limitada; en el mejor de los casos habría mucha en la frontera y muy poca en el resto del país… ¿No será que prefieren… un pacto que conjur[e] el escalamiento de la violencia y evit[e] un multitudinario síndrome de abstinencia? Es evidente que ellos decidieron que la guerra se librara en nuestro suelo y que nosotros pusiéramos los muertos…

Ahora bien, …[a]llí está… la migración. En ese espinoso asunto Estados Unidos actúa en forma igualmente contradictoria. Increíble pero cierto: los campeones de la economía de mercado se rehúsan a aceptar que la migración es un fenómeno socioeconómico e insisten en atacarlo con medidas meramente represivas. No quieren admitir algo tan obvio como el hecho de que el flujo se da porque hay demanda de mano de obra en un lado y oferta en el otro, que en consecuencia no se le puede contrarrestar con muros ignominiosos y persecuciones interminables y brutalidades policiacas sino disminuyendo la asimetría de nuestras respectivas economías, y que sería mucho mejor para todos que ellos invirtieran ese presupuesto en proyectos productivos en nuestras comunidades expulsoras para crear empleos y disminuir la brecha salarial. Pero no. Prefieren atizar la xenofobia, reeditar el racismo y propiciar violaciones a los derechos humanos recurriendo, para justificar las crisis en las economías de algunos de sus estados, al chivo expiatorio favorito, el que no se puede defender: el malévolo inmigrante ilegal (generalmente de piel morena) que le quita el empleo al sufrido ciudadano norteamericano (de preferencia blanco y si se puede anglosajón y protestante también).”

Hasta aquí la cita. Como se ve, lo que decíamos hace mucho tiempo está vigente. No sé si tenga caso decírselo a Trump, pero sí es pertinente recordárselo al gobierno mexicano, cuya debilidad emana de la inseguridad de la ignorancia. Y también hay que recordarle lo que escuchamos los participantes en la reunión de Agenda Migrante en Phoenix: que nuestros paisanos indocumentados piden más apoyo legal allá que apoyo de reinserción acá, porque prefieren litigar en el infierno trumpiano a regresar a México. Así de inhóspito sigue siendo nuestro país para ellos. ¡Qué vergüenza!

PD: Propuse a la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados que, en su plan de austeridad, redujera en una quinta parte los ingresos de los 500 legisladores, y mi propuesta fue desechada. Decidí entonces ser congruente con mi convicción de que debemos responder al reclamo social sobre nuestras percepciones y a la situación del país y renuncié a apoyos que suman un poco más del 20% de mis ingresos mensuales como diputado. No pretendo descalificar a nadie -sé que algun@s de mis compañer@s usan esos recursos para gestoría en sus comunidades- pero sostengo que estamos muy bien pagados y que podemos hacer esa reducción sin afectar el cumplimiento de nuestras responsabilidades.

Diputado federal del PRD.
@abasave

Google News

Noticias según tus intereses