Volver a Cuba siempre revoluciona la mirada. Ya perdí la cuenta de mis visitas a la isla, pero siempre son especiales.

Aquí todos llevan a Fidel tatuado en la piel; en su memoria colectiva no hay más referentes. En el ambiente se percibe un aire de orfandad. No hay manera de ignorar su vida o su muerte; mucho menos olvidar su legado.

Camino por las calles de la Habana Vieja y percibo los cambios, los cubanos empiezan a vestir diferente, ya muchos traen smartphones o tabletas y se conectan como avispas en los parques donde existe Wifi o fuera de los hoteles.

Durante el homenaje a Fidel que vivimos en la Plaza de la Revolución, en medio de cientos de miles de cubanos, uno de los 18 mandatarios nos recordó una premisa de Castro que resume su filosofía: “En tiempos de guerra, toda disidencia es traición”. Y Cuba vive décadas de una guerra fría que se traduce todavía en ese criminal bloqueo comercial que Obama intentó desaparecer.

En la plaza, mientras vemos imágenes del Fidel guerrillero en pantallas gigantes, la gente corea su nombre e incluso algunos lloran. La energía de aquellos miles traspasa la piel. Había cubanos de todas las generaciones, incluso niños que probablemente nunca lo hayan visto en persona.

La muerte en realidad se toca a partir de la ausencia, Cuba es un país único, aunque su pobreza material es generalizada, tiene el pueblo latinoamericano más sano y educado del continente, ¿les falta jabón? Sí, pero les sobra dignidad.

Fotografiar Cuba es un vicio, estar aquí es como vivir en otro tiempo. Un espacio congelado en los 50, los Chevrolet de aquellos años siguen circulando, la gasolina cuesta el doble que en México y tener un auto de los 90 es un lujo.

¿Faltan libertades? Seguro, pero nadie muere de hambre. No hay gente mutilada o niños en sus calles como por ejemplo si existen en México, India o Pakistán. Un cambio que noté mientras caminaba por su malecón es que ya casi nadie te pide nada ni te aborda para venderte algo. Pasan de largo viendo sus celulares o caminando con sus novias.

No existen vendedores ambulantes, hay más restaurantes y tiendas que nunca, poco a poco el comercio de corte capitalista comienza a fortalecerse. Será inevitable su transformación, dejemos a los cubanos decidir su futuro y sus tiempos.

En las esquinas se abren mercaditos nuevos que ofrecen coco, plátano, naranja y arroz sin problema alguno; el peluquero me dice: “Este pueblo es fidelista”, y un trabajador agrega: “Fidel era cosa grande, no va a llegar nadie, porque no hay nadie que sea como él y nadie puede contra nosotros”. Sé que nos cuesta trabajo ver a un pueblo que “respeta” a sus autoridades; aunque sea por miedo, como dice León Krauze. En México eso se perdió hace mucho y también por eso estamos como estamos.

Cuando Cuba se abra más al Mundo y llegue la democracia o una nueva prensa independiente, seguro serán más libres, pero se quejarán igual. Quizá algún día tengan una democracia real, pero con ella llegarán también la corrupción y las mentiras. Seguro vendrán nuevos empresarios, más tiendas y comercio, pero la sociedad cubana empezará a dividirse en función del dinero y sus intereses, habrá nuevos ricos y por ende nuevos pobres.

Hoy Cuba es un país libre del crimen organizado o tráfico de drogas, eso llegará también con la globalización y las divisiones internas. Quizá es bueno que alguna vez vivan el “mundo libre” para que valoren lo que hoy tienen.

Regreso a México emocionado por ser testigo de lo que vimos esta semana en la isla. Nada se compara a la muerte de un líder que tiene en su pueblo el mayor respeto al que puede aspirar un hombre público. Un reconocimiento absoluto a su valentía y legado revolucionario. Ni más ni menos. Eso en México ya ni lo recordamos.

De regreso de la Habana viene en el mismo avión el ingeniero Cárdenas, quizá uno de los últimos políticos honestos, y que nunca logró ser presidente en nuestro país; pero que lleva en la sangre la historia de su padre, Lázaro.

Muchas imágenes en mi cámara de este viaje relámpago, pero me quedo con ésta, que tomé a bote pronto en la Habana Vieja: un taxista lee el Granma, que da cuenta de la muerte de Fidel; todo el diario esta dedicado a ello, disparo, charlamos y sin más, me regala su ejemplar, y remata: “Lléveselo a México para que sepan lo que pasó acá”.

Y claro que me lo traigo; hoy los dejo con esta imagen que marca un antes y un después para la isla. La muerte del comandante que hoy es ceniza. Fidel es también su legado.

@MxUlysses

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