La impunidad ha sido, durante décadas, el rasgo principal de nuestra clase política. Se cuentan por millares los políticos que se han aprovechado de sus cargos públicos desde hace muchos años, sin que hayan rendido cuentas ante nadie. La enorme mayoría están disfrutando con total libertad y desenfado de lo que se robaron.

Y no es algo que parece que vaya a cambiar. Aunque estamos suficientemente informados de los fraudes y abusos de todo tipo que se han cometido en algunas entidades federativas como Veracruz, Sonora, Chihuahua y Quintana Roo, todo parece indicar que las autoridades tendrán enormes dificultades para transformar las notas periodísticas que han aparecido hasta la saciedad en procesos judiciales firmes que se traduzcan en sentencias definitivas.

Hay quienes piensan que la única vacuna para combatir la escandalosa impunidad de nuestra clase política es quitando el fuero que protege a ciertos funcionarios públicos. Eso es falso. Hay decenas de países en los que existe la institución del fuero y en los que los funcionarios rinden cuentas efectivamente. El fuero no es el problema.

Para otros lo que hay que hacer es seguir creando instituciones de vigilancia y control de los actos del poder público. Por esa razón se aprobó una importante reforma constitucional mediante la que se crea el Sistema Nacional Anticorrupción, que apenas está comenzando a dar sus primeros pasos y que esperemos pueda ofrecer resultados dentro de muy poco tiempo.

Pero lo cierto es que si desde hace años se hubieran acatado las observaciones de la Auditoría Superior de la Federación, que ha hecho un trabajo en verdad extraordinario, las cosas hubieran sido muy diferentes. La propia Auditoría ha referido que los desvíos de recursos públicos en Veracruz han superado todo lo que se había visto hasta ahora. Si hubiera un ranking de la corrupción el gobierno de Javier Duarte ya estaría en el Libro Guiness de los Récords.

¿Qué hacer ante este escenario, tan complicado? Propongo lo siguiente:

1. Hay que observar en toda su complejidad el fenómeno de la corrupción. En los últimos meses nos hemos centrado en la figura de Duarte, ¿pero qué ha pasado en los municipios de Veracruz? ¿Acaso no hay otros funcionarios del Estado que también hayan formado parte de la enorme red de defraudadores que ha dejado en quiebra al Estado? ¿No hubo ningún funcionario federal que estuviera en complicidad con ellos? ¿Ni uno? Lo que digo es que hay que ser más acuciosos y específicos cuando se observan actos de corrupción. A esos niveles tan escandalosos nadie puede llegar sin ayuda de docenas o cientos de personas que lo encubran. Se debe ir contra todos ellos.

2. Hay que mantener viva la memoria histórica de la corrupción. Una de las peores cosas del debate público nacional es que el escándalo de hoy hace olvidar el de ayer, y ya nadie quiere ver los atracos de años (o sexenios) pasados. Las instituciones están colapsadas por los inútiles funcionarios que las encabezan y la opinión pública ya no sabe hacia dónde mirar dada la profusión de informaciones sobre los asaltos al presupuesto público. Pero nuestro deber es tener la memoria fresca, pues de otra manera la apuesta de los corruptos será hacia el olvido y el perdón. No debemos permitirlo.

3. La mejor forma de combatir efectivamente la corrupción es asegurando que las investigaciones se realizan por órganos autónomos, integrados por personas independientes de los poderes establecidos. Necesitamos fiscales anticorrupción que no les deban nada a las personas a las que tienen que investigar, que no sean sus amigos, ni sus familiares, ni sus socios. Solamente con funcionarios de probada autonomía avanzarán los procesos judiciales contra los corruptos. Por eso es tan importante verificar que el nombramiento del próximo fiscal anticorrupción esté a la altura de este desafío. No dejemos que los senadores nos vuelvan a ver la cara, como lo han hecho tantas y tantas veces en el pasado.

Las ideas y sugerencias contra la corrupción pueden multiplicarse hasta el infinito. Pero una cosa nos debe quedar clara: no esperemos ninguna solución de fondo que provenga de nuestra clase política. Lo suyo es mentir y seguir robando, no atender las demandas ciudadanas para eliminar la corrupción. Por lo tanto, la solución debe venir de la ciudadanía. La solución somos nosotros, no ellos.

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@MiguelCarbonell

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