La combinación Kim Jong-un-Donald Trump tiene claramente preocupada a China. Esta semana, Beijing hizo llamados para que ambas partes hagan esfuerzos por destensar la situación. Por un lado, pidió a Pyongyang que suspenda sus pruebas nucleares y sus pruebas con misiles. Por el otro pidió a Washington y a Seúl suspender sus ejercicios militares conjuntos. En el fondo lo que sucede es que: (a) Corea del Norte sigue progresando tanto en su proyecto nuclear como en su programa de misiles balísticos, (b) Washington no cuenta con demasiadas alternativas no militares para disuadir a Pyongyang de continuar progresando en dichos proyectos, (c) China puede ejercer presión sobre Corea del Norte, pero solo hasta cierto grado pues, desde su perspectiva, no puede permitir que el régimen de Pyongyang se desestabilice y mucho menos que caiga, y (d) Kim Jong-un está perfectamente consciente de lo señalado en los tres puntos anteriores, situaciones que utiliza continuamente para favorecer su agenda, tanto en lo interno como en lo externo. La pregunta es cómo impactará en todo ello la llegada de Trump a la Casa Blanca.

Es importante aclarar que hasta hoy, Corea del Norte no posee un arma atómica transportable y detonable. Lo que Pyongyang ha detonado, hasta el momento, son dispositivos o artefactos nucleares que todavía no han sido miniaturizados y montados en misiles por lo que aún no podrían propiamente ser empleados para atacar a algún enemigo. Sin embargo, Kim Jong-un desea dejar en claro que: (1) se mantiene avanzando en ese camino, y (2) está dispuesto a desafiar a quien sea necesario –incluida a China, su máxima aliada y sostén- hasta alcanzar el objetivo.

Para poner en contexto las últimas pruebas nucleares norcoreanas, podemos mencionar lo siguiente: Las bombas atómicas que EU detonó en Hiroshima y Nagasaki, tuvieron una potencia de 15 y 21 kilotones respectivamente. La bomba atómica que China probó en su primer ensayo nuclear en 1964 fue de 22 kilotones y hoy, esta potencia cuenta ya con bombas de 250 kilotones. En cambio, la primera explosión nuclear norcoreana en 2006 fue de 1 kilotón; la segunda, en 2009, fue de 2 kilotones. Se estima que la del 2013 fue mucho mayor, de entre 6 y 7 kilotones. La cuarta, detonada a inicios de 2016 fue más o menos de la misma potencia. El ensayo nuclear de septiembre del 2016 fue de 10 kilotones aproximadamente. Es decir, su progreso es claro. Del mismo modo, si bien hasta ahora, Pyongyang no ha demostrado que cuente con misiles balísticos intercontinentales, ya ha exhibido su capacidad de lanzar misiles desde submarinos (lo que en teoría podría acercarle a objetivos lejanos), además de que ha estado lanzando misiles de mediano alcance con éxito, presentando un avance real.

Por su parte, EU ha sido ineficaz en conseguir que Corea del Norte desista de continuar progresando en ambos proyectos. A Washington no le han funcionado las negociaciones, las sanciones, las amenazas o las demostraciones de fuerza como lo son los ejercicios militares conjuntos con Seúl. Cada vez que la Casa Blanca ejerce cualquier tipo de acción, ya sea diplomática o bien militar, destinada a lograr que Pyongyang abandone sus objetivos, el joven Kim reacciona en el sentido inverso de manera intencional buscando transmitir el mensaje de que esas acciones en lugar de provocar su disuasión solo le hacen sentirse más amenazado por lo que resultan en la reafirmación de sus metas centrales. Es decir, Corea del Norte es un país que se autopercibe bajo constante amenaza de desaparecer, más aún tras el fin de la Guerra Fría, o cuando en 2002 es incluido como parte del “Eje del Mal” por Bush. Por consiguiente, la lógica primaria que mueve las acciones del régimen tiene que ver con garantizar su propia supervivencia y asegurar el pleno control del país. Desde su óptica, la capacidad nuclear otorga a Pyongyang la herramienta disuasiva necesaria para impedir el ser atacada y para conseguir un trato distinto por parte de enemigos y aliados. Para mantener e incrementar ese poder disuasivo, Corea del Norte necesita continuar demostrando que tanto su programa nuclear como su programa de misiles siguen avanzando

Ante ello, Washington está intentando alternativas distintas. Algunas de estas alternativas se ubican en el campo de la ciberguerra, un tema que fue inusualmente publicitado de manera notable los últimos días. Paralelamente, EU está desplegando en Corea del Sur un sistema antimisiles conocido como el THAAD, que buscaría defender a Seúl de potenciales ataques.

China, de su lado, se opone fervientemente a la nuclearización de Corea del Norte dado que ello atraerá cada vez mayor presencia de Washington en la zona, además de que provoca temor entre vecinos como Japón y Corea del Sur, lo que detona carreras armamentistas en la región. De hecho, Beijing percibe el despliegue del sistema antimisiles THAAD no como una disuasión hacia Corea del Norte, sino como una disuasión hacia China. Debido a ello, Beijing ha puesto en marcha represalias comerciales contra Corea del Sur, situación que ha impactado a Seúl de manera importante en tiempos turbulentos en los que ese país sigue sufriendo los escándalos políticos que terminaron con la destitución de su presidenta.

Sin embargo, China tampoco ha podido detener al joven Kim. En un intento por mostrar su molestia, el último movimiento de Xi Jinping fue suspender las importaciones de carbón norcoreano, un asunto que sin duda dañará las ya golpeadas finanzas de Pyongyang. Pero la realidad es que las acciones que Beijing puede implementar contra Kim son limitadas ya que China, al menos por ahora, no piensa que puede darse el lujo de permitir la desestabilización del régimen y con ello, la posibilidad de que Corea del Sur se le suba hasta las fronteras. El líder norcoreano sabe que cuenta con un amplio margen de maniobra. Por eso, cuando se responde con acciones de represalia en su contra, normalmente Pyongyang escala la espiral y la guerra de nervios.

El riesgo del momento actual es que una Casa Blanca bajo el comando de Trump podría reaccionar de formas impredecibles. Hasta ahora, eso no ha ocurrido. Las respuestas de Washington ante los más recientes ensayos norcoreanos han sido relativamente mesuradas. Los ejercicios militares conjuntos de EU con Seúl son ejercicios anuales previamente programados. El despliegue del sistema THAAD o la ciberguerra, son asuntos que preceden a la administración actual. Posiblemente el secretario de defensa, Mattis, quien se está perfilando como una pieza clave en la moderación de algunas de las posturas de Trump, está siendo escuchado en la Casa Blanca.

Pero la verdad es que el tema se va a seguir calentando. Pyongyang se va a mantener progresando tanto en su proyecto nuclear como en su programa de misiles, y se va a encargar de exhibir cada uno de los pasos que dé en esa dirección. China continuará molestándose con Kim por ello, pero se encuentra muy atada de manos porque le sigue necesitando. Los nervios en Seúl y en Tokio van a seguir creciendo. Bajo esas condiciones, hay que preguntarse entonces, hasta donde Trump continuará aguantando la presión, o bien, si es que acaso esta administración está realmente dispuesta a atestiguar cómo es que, de manera inescapable, el joven Kim sigue caminando hacia su bomba atómica.

Twitter: @maurimm

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