El pasado miércoles, se filtraba la noticia de que la Casa Blanca estaba preparando una orden ejecutiva para retirar a EU del TLCAN. Los mercados reaccionaban. Algunas voces indicaban que la filtración no podía ser sino una táctica de presión puesto que lo que anunciaba la nota evidenciaba una contradicción con la línea que había sostenido la Casa Blanca a lo largo de los últimos meses, la cual consistía en no anteponer el retiro a la negociación. Sin embargo, la verdad es que todos estábamos convencidos de que lo que la nota indicaba era francamente posible porque si algo ha demostrado Donald Trump, es que se trata de un personaje altamente impredecible. Un día dice que en los salones de clases debe haber armas, otro día dice que se opone a esa política. Un día dice que la OTAN es obsoleta y que Estados Unidos no debería salir a la defensa de sus aliados en todos los casos, otro día dice que está comprometido con la alianza atlántica. Un día dice que se opone a ser el primer atacante en una confrontación nuclear, luego dice que nada puede ser retirado de la mesa. En una entrevista dice que acusaría de crimen a una mujer que abortara, y en otra entrevista indica lo contrario. Estas características que, tratándose del presidente de una superpotencia como EU, pudieran ser consideradas poco serias o hasta exasperantes, están siendo utilizadas de manera cada vez más frecuente por la Casa Blanca al servicio de su agenda.

Considere usted el caso sirio. La postura de Trump al respecto de la guerra en ese país fue expresada numerosas ocasiones a lo largo de la campaña: Bajo su presidencia, Washington no tendría el interés o la prioridad de atacar al presidente Assad o siquiera impulsar su salida del poder. Esto fue repetido el 30 de marzo por la embajadora de EU ante la ONU, Nikki Haley. Es por ello que Assad –en caso de que se confirmase su autoría en el ataque químico del 4 de abril- pudo haber estimado que Trump tenía otros asuntos en la cabeza y lo último en lo que estaba pensando era en lanzar una represalia militar. Mucho menos cuando el presidente estadounidense había manifestado querer buscar acercamientos con Putin, y cuando atacar al aliado sirio del Kremlin era precisamente la manera de obstaculizar esos acercamientos. Más aún, si Obama no se había animado a una represalia directa contra Assad por el uso de armas químicas, ello se debió en parte a los riesgos de escalar una confrontación con Rusia en un territorio considerado como parte de su esfera de influencia. En cambio, es justamente Trump, el personaje percibido como “cercano” a Moscú, el “aislacionista” Trump, el promotor del “America First”, quien se aventura a hacer lo que Obama no hizo en seis años: desafiar a Rusia en una zona de control estratégico.

En otras palabras, la toma de decisiones y el comportamiento errático de Trump son muy difíciles de prever, y eso hace que los cálculos que se llevan a cabo a la hora de negociar con él, intentar enfrentarle o contenerle, continuamente fallen. Su impulsividad, sus vaivenes, su velocidad para emitir respuestas que no son siempre meditadas, su estómago, por así decirlo, son elementos de tal magnitud que dejan la sensación de que cualquier opción cabe sobre la mesa. En cualquier momento. Por lo tanto, nada puede ser de entrada descartado, incluso cuando una evaluación fría y racional indicase lo contrario. Esta impredecibilidad se torna entonces en una poderosa herramienta y está siendo utilizada de manera intensa por parte de su equipo y su gabinete. Dos casos para ejemplificar:

Primero, en la cuestión norcoreana, a Kim, a China, y al mundo entero, parece haber quedado muy claro que la posibilidad de una guerra entre Washington y Pyongyang es absolutamente real. Tanto así, que esta semana, el gabinete de guerra estadounidense tuvo que ofrecer un informe ante los 100 miembros del Senado con el fin de expresarles que los despliegues militares que Washington había estado efectuando en las costas coreanas, no eran para llevar a cabo un ataque preventivo, sino para desanimar a Kim Jong-un de efectuar su ensayo nuclear. “No buscamos que Kim se arrodille, sino que entre en razón”, expresó posteriormente ante la Cámara de Representantes el Almirante Harris Jr., comandante en el Pacífico. Es decir, a lo largo de estas semanas, se toma una serie de pasos que logran transmitir eficazmente la idea de que con Trump a la cabeza de la Casa Blanca cualquier cosa puede pasar, incluso una guerra de proporciones incalculables que se pudiera salir de las manos. De hecho, aún tras el informe militar ante el Senado, y aunque por ahora se asegura que la estrategia con Pyongyang será la presión a través de China, la realidad es que dado el carácter impredecible de Trump, la posibilidad de un ataque estadounidense queda ahí, en el aire, de manera permanente. Y este factor es empleado como mecanismo de intimidación, no solo hacia Kim, sino sobre todo hacia Beijing quien se ve obligada a tomar las cosas con mayor seriedad que en tiempos de Obama.

Segundo, en cuanto a negociaciones comerciales como el TLCAN, la cuestión de la impredecibilidad de Trump también termina jugando a su favor como estrategia. Porque a pesar de las posturas de varios políticos y actores económicos al interior de su país, incluso entre agricultores de estados que le dieron la victoria, a pesar de lo que muchos piensan que Estados Unidos perdería si ese tratado se termina, Trump ha conseguido proyectarse como impredecible y con la posibilidad real de que un buen día abandone la mesa de negociaciones y dé por terminado todo el asunto de un plumazo. Eso produce la sensación generalizada de que realmente no le importarían las consecuencias de acabar con lo que considera “el peor tratado jamás firmado”. Por lo tanto, su capacidad de imponer sus términos aumenta.

Dialogar, lidiar con, o enfrentarse a un actor así es enormemente complicado, pero pasa por valorar al menos estos dos temas: (1) aún cuando él es y seguirá siendo el jefe, y a pesar de los tuits y los discursos que no para de emitir, Trump está rodeado de un importante número de actores que sí están continuamente efectuando cálculos y pensando las cosas no con el estómago, sino con la cabeza, y quienes hasta ahora, han demostrado tener un enorme peso e influencia en la toma de decisiones de la Casa Blanca, y (2) que en estos cálculos que sí se llevan a cabo de manera constante, estos actores han aprendido cómo aprovecharse del carácter impredecible de Trump para obtener concesiones y beneficios a favor de su agenda. Contrarrestar esa estrategia requiere de mucha creatividad, pero primero hay que entenderla.

Twitter: @maurimm

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