El otorgamiento de la Medalla Belisario Domínguez al poseedor de la segunda riqueza mexicana, Baillères, impuesta por Peña y el Consejo Empresarial, fue grosera distorsión, dividió al Senado, con votación cuestionada. La presea ha de otorgarse por distinción en la ciencia o virtud, en “grado eminente”; desde su origen premia servicios a la patria, con visión pública y social. Baillères, antítesis del perfil, afirmó recibirlo como reconocimiento a los mexicanos dedicados a la actividad empresarial, trastrocamiento, lo privado por encima de lo público, elevando al personaje y al empresariado al centro del reconocimiento público, para convertir la riqueza desmesurada en valor “en grado eminente”, imposición oligárquica, premio a la desigualdad, producto de la corrupción política.

Belisario Domínguez, según Baillères, “apreciaría los avances logrados en los últimos 20 años”, etapa neoliberal, jauja para los plutócratas de Forbes, “se asombraría que en este periodo, el ingreso anual por persona se ha incrementado en una tercera parte”; falso, el crecimiento del PIB per cápita en términos reales, de 1994 a 2014, ha sido del 20%, con un crecimiento promedio anual de 1%, de los más bajos en nuestra historia; durante el desarrollo estabilizador el crecimiento per cápita fue 3% anual. En materia social, “le alegraría a don Belisario observar que la pobreza absoluta reportada por el Banco Mundial se ha reducido a una tercera parte”; falso, según la medición de pobreza del Coneval, en 1992 existían 18.6 millones de personas en pobreza extrema, 21.3% de la población; para 2014 el número aumentó a 24.6 millones, 20.5% de la población, o sea el porcentaje de pobres es similar, pero el número ha crecido. En el otro extremo, según el reporte de desigualdad de Oxfam, la riqueza de Baillères, Larrea, Salinas Pliego, representaba en 2003 el 0.5% del PIB, para 2015 aumentó a más de 3%; la de Baillères creció en 10 años, 500%, mientras el PIB lo hace al 30%, brutal profundización de la desigualdad. En 2013, Baillères en promedio pagaba impuestos por 5.9% de sus utilidades, debiendo pagar 30%, gracias a privilegios fiscales; Palacio de Hierro, con ingresos por 21 mil millones, paga sólo 0.3% sobre ingresos; Peñoles ingresó 61 mil millones y sólo paga 0.6% sobre ingresos. En suma, paga sólo 400 millones en impuestos, debiendo pagar 1,200 millones. Nos dirían: “no es su culpa”, pero sí de Peña Nieto, que sostiene el régimen fiscal de privilegios.

Baillères dice: “el Senado reconoce a los empresarios que generan empleos, contribuciones y consideran su retribución acorde al provecho que recibe la sociedad, no al fruto de privilegios”. Su retribución son 2 millones 300 mil hectáreas para explotación de oro y plata con daños a la población, concesiones de privilegio que no pagan impuestos. Afirmó Baillères que su generación de empresarios continuó la obra de sus antecesores, celebrando las instituciones sociales, la expansión de la educación y la salud; sin embargo impulsaron el ITAM, explícitamente para combatir los principios de ese modelo social y “defender sus intereses frente al Estado mexicano”, asesorado por los fundadores del neoliberalismo mundial.

La desigualdad, problema fundamental del país, continuará, el modelo económico que festejó Baillères, no permitirá la redistribución, su objetivo es la concentración, asegurando el crecimiento de la pobreza, auténtico despojo inmoral. Felicita Baillères las reformas estructurales, obvio; destaca la educativa como poderoso instrumento para reducir desigualdades, siendo dicha reforma camino a la privatización, amenaza a los profesores, sin reforma educativa alguna, abandono real. La ceremonia senatorial recordó la bíblica danza de los idólatras alrededor del Becerro de Oro, símbolo de la lucha enloquecida por las riquezas, que Peña Nieto y sus secuaces entronizan.

Senador de la República

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