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Peña Nieto desde el poder que usufructúa, con el 70% de rechazo de la opinión, agazapado en la burocracia represiva, en su “Informe” ante empleados y beneficiarios, convoca a un ataque frontal contra quienes sostienen posiciones diferentes a su “proyecto de cambio con rumbo”.
Atribuye Peña la situación que enfrentamos: “desconfianza en lo interno e incertidumbre en lo externo a la economía internacional”; “la desigualdad, el desempleo, la frustración y pesimismo, están en todos los continentes”. De ahí que las “redes sociales reflejen sentimientos de preocupación, enojo, exigiendo un cambio inmediato”. En “este ambiente de incertidumbre —advierte Peña— se corre el riesgo de que las sociedades opten por salidas falsas, creer que la intolerancia, la demagogia y el populismo son verdaderas soluciones”; generando “doctrinas contrarias a la tolerancia y los derechos humanos”, “los gobiernos que ofrecían soluciones mágicas provocaron encono, división; la demagogia y el populismo erosionan la confianza, fomentan el odio contra las instituciones”. Ante estas experiencias desastrosas, Peña concluye: “los cambios positivos se logran vía la institucionalidad y la estabilidad económica, lo que es su responsabilidad porque México votó por un proyecto de cambio con rumbo”. Así, cualquier otro proyecto es intolerancia, demagogia y populismo.
Utilizando su interpretación internacional sobre salidas falsas “que han acechado a las naciones en el pasado”, fabrica Peña el marco conceptual para el linchamiento de la oposición en México y sustenta su convocatoria a la guerra política, imputando a toda disidencia esta concepción estereotipada de intolerancia, demagogia y populismo que describe. Replicando estas premisas conceptuales, surgen de inmediato, el ataque servil de Beltrones desde el PRI, de Anaya desde del PAN y legión de editorialistas y comentaristas en radio y televisión que lo repiten aplicándolos de inmediato a Morena y al principal adversario político de Peña y su proyecto, Andrés Manuel López Obrador. La consigna está dada para la descalificación de la fuerza política y de su dirigente, que superan a Peña por el doble de aceptación en la opinión pública.
Esta estrategia para descalificar al adversario consiste en tergiversación de conceptos, interpretación forzada y errónea de las palabras. Apuntemos algunas definiciones. Intolerancia, expresión de origen religioso, actualmente vinculada con represión a los críticos, negación de libertades y derechos básicos. Demagogia, utilización del pueblo para fines personales, abandono de la ideología, promete lo que no se puede cumplir, corrompe la democracia. Populista, en cuyo sentido positivo es quien defiende intereses del pueblo; ha sido tergiversado para definir la utilización del pueblo para fines clientelares y corporativos. Es práctica usual acusar de populistas a los regímenes resistentes a las imposiciones oligárquicas. Hoy, las hegemonías mundiales imputan esta interpretación peyorativa a los regímenes populares latinoamericanos que buscan modelos no dominados por el mercado y establecer principios de justicia social, descalificándolos a través de los medios de comunicación que dominan y la mercadotecnia.
Si aplicamos el sentido original de estos conceptos por encima de la aplicación servil que impone Peña, concluiríamos: es demagogo quien engaña con proyectos contrarios a los objetivos sociales, planteando cambios ilusorios en beneficio de negocios particulares, hundido en la corrupción; populista, quien aplica programas de asistencia supuestamente popular para ocultar políticas que benefician a las élites y provocan pobreza; intolerante, quien acalla voces críticas en los medios de comunicación, por la fuerza o la corrupción, practica la brutalidad policiaca y las desapariciones forzadas, “avanza dividendo”, atacando a la oposición y excluyendo a la mayoría de la población —dos millones más de pobres— y “transforma”, en contra de los intereses nacionales, entregando nuestros recursos a potencias extranjeras. Esta conceptualización define al gobierno de Peña Nieto y no la oposición.
Senador de la República
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