“El PRI y sus aliados mantienen el control del Congreso”, difunde Peña Nieto en campaña mediática, para simular un triunfo electoral y que sus “Reformas Estructurales” tienen el apoyo popular para su implementación. Falso, el resultado es adverso a Peña Nieto, al PAN y al PRD, firmantes del “Pacto”, que impuso reformas contrarias a la opinión mayoritaria.

El análisis formal de los resultados electorales revela la caída de los tres partidos asociados: En elecciones intermedias, del 90% del voto que sumaron en 1997, pasaron al 60% en 2015. Del 2012 a 2015, el PRI perdió 4.2 millones de votos, el PAN 5.2 y el PRD 4.2. Sólo votó el 47% de electores, de estos el PRI obtuvo el 29%, el PAN 21% y el PRD 10%. Precaria representatividad que no traduce el sentimiento nacional adverso: Peña Nieto acusado de conflicto de intereses (The Economist); repudió a la partidocracia, a la clase política; corrupción en todos los niveles de gobierno; violencia, Ayotzinapa, Tlatlaya, acusaciones al Estado de violaciones a los derechos humanos. Peña, con 58% de desaprobación y el 62% de encuestados que considera que México va en dirección equivocada. El resultado debería ser peor, pero las innumerables violaciones en el proceso electoral aminoraron ilegalmente la caída: abierto rebase de los topes del gasto, compra de votos, operación sectaria de los gobierno locales y el federal; inflación de la votación en las zonas rurales y marginadas; el fraude del Partido Verde, con votaciones de más del 50% de las zonas indígenas de Chiapas; como en Puebla, con más del 55% de participación en zonas indígenas de las Sierras Norte y Mixteca. El PRI queda, en suma, con una ínfima representación, el 13% del Padrón, carente de respaldo popular a la mitad del gobierno de Peña Nieto.

El PRD atribuye su caída a la escisión de la izquierda que imputa a López Obrador; “las izquierdas sumadas”, dicen, tendrían mayor votación que el PRI, falacia, su adhesión al “Pacto” ubicó al PRD en la derecha, asociado a los intereses oligárquicos y extranjeros que representa Peña Nieto. Inician una tímida autocrítica, reconocen “desdibujamiento” por alianzas electorales con el PAN, el clientelismo en el DF y afirman la “necesidad de combatir la corrupción” y “si no se transforma, el PRD no tiene destino”.

Al PAN, dice Madero, “le salió caro el Pacto”; Margarita Zavala de Calderón dice que “el PAN debe rectificar, reencontrar su identidad”; reconocen que su alianza con el PRI se da cuando éste tenía el peor nivel de aprobación y el mayor desprestigio, perdiendo su calidad de oposición.

El PRD y el PAN expresan una voluntad de cambio que se antoja inalcanzable. El PRD, mala copia de la socialdemocracia europea, que ha abandonado todo intento de transformación del orden económico, en aras del consenso, devienen idénticos a la derecha. Esta “izquierda” termina asociada en la apropiación de los despojos del poder, cómplices por tanto de la corrupción, de la desnacionalización, ajena a la lucha por la soberanía. El PAN, según Margarita Zavala, “debe recuperar su esencia”, ¿abandonar su posición ideológica natural, conservadora, con intereses cupulares involucrados en negocios de la desnacionalización energética, asociados en corrupciones?

En medio de violaciones a la ley, el dinero ilegal ilimitado, inflación de votos, y de la parcialidad de los gobiernos estatales y federal, la única novedad, es la incursión de Morena, que a un año de recibir el registro obtiene un resultado sorprendente, sin recursos, sin connivencias, con una autoridad moral indiscutible, representa un cambio en las relaciones de poder, surgimiento de una verdadera oposición, vinculada profundamente con la base social de este país.

Senador de la República

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