A estas alturas del siglo, debería quedar claro que no pueden conseguirse ciertos objetivos contradictorios de manera simultánea. No se puede, por ejemplo, intentar ganar por cualquier vía y al mismo tiempo, defender el argumento de la cultura de la legalidad, el imperio de la ley y la conducción impersonal de los asuntos públicos. Tampoco se mantiene en pie el discurso de la “caverna populista” antidemocrática cuando no solamente se ataca a Morena, sino que se cometen severas irregularidades para evitar que un panista asuma el poder en otra entidad. El problema no es entonces el Peje (que tiene todo el derecho a competir electoralmente sin descalificaciones previas) y su prédica “populista”, sino conservar el poder a toda costa.

Si la lógica del gobierno es volver a la política de régimen, que no es otra cosa que mantenerse en el poder por las vías legales (o torcerlas cuando haga falta) para conseguir la permanencia de un grupo en la cúpula del Estado, ya sabremos a qué atenernos. Pero lo que no se puede es tratar de edificar instituciones respetables y al mismo tiempo, actuar en los márgenes de la legalidad y pretender que se mantenga incólume el prestigio gubernamental.

Ganar en ciertas condiciones supone retener el poder político, pero implica perder prestigio y credibilidad, interna y externamente. Internamente, porque hay grupos importantes de la sociedad que consideran que las instituciones electorales, o no funcionan apropiadamente o generan más confusión que certeza (Coahuila), lo cual anticipa un severo conflicto en el 2018. Por cierto, a estas alturas, debería quedar claro que en vez de estar pensando en segundas vueltas, la reforma más importante debería ser la desaparición de los organismos electorales locales y garantizar que el flujo de dinero que llega a las campañas se reduzca notablemente.

Pero regreso a los costos que tiene ganar a como dé lugar. En el plano externo, desgasta la credibilidad del gobierno para desplegar su actuación en diferentes frentes. Tomo a guisa de ejemplo dos: las negociaciones comerciales que actualmente se preparan con Estados Unidos y Canadá. Esas conversaciones pueden complicarse si nuestras contrapartes ven a un gobierno saliente y sin demasiada credibilidad interna. La posición de nuestros negociadores se debilita. El segundo, es el muy loable esfuerzo diplomático para encontrar una salida a la crisis venezolana. No será fácil argumentar que es prioritario convocar a elecciones en aquel país sudamericano, en condiciones de equidad, cuando la oposición, en su conjunto, está denunciando fraude en Coahuila.

Hay dilemas que no tienen solución, hay otros que admiten soluciones intermedias. Veremos si la apuesta es por distender el ambiente político nacional o apostar por que el Estado de México y Coahuila sigan condicionando la agenda política del país de los próximos meses.

Analista político. @leonardocurzio

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