Hay lenguas en las que el plural es indistinguible. En la nuestra es particularmente marcado, no hay forma de no detectar la diferencia entre política y políticas, estrategia o estrategias. La “s” importa y mucho. Pues bien, esa “s” es, a mi juicio, una de las trabas principales que hoy tiene el país para enfrentar sus dificultades. En el espacio público cada vez que se discute un problema, ya sea de seguridad pública, de movilidad o de desarrollo económico, nos gusta hablar, en singular, de la política, de la estrategia y del paradigma y no de las políticas, estrategias y paradigmas.

A estas alturas del partido debería estar claro que un país tan grande y complejo como el nuestro no puede ser administrado con recetas generales. La diversidad regional es de tal magnitud que puede haber realidades tan contrastantes como la de Querétaro y la de Guerrero. En consecuencia, hace falta matizar y pluralizar nuestras concepciones generalizadoras. El tamaño y capacidades de los municipios del país, por ejemplo, hacen saltar por los aires la propuesta de un modelo policial unificado. Tampoco es igual la presión que la inseguridad genera en las distintas comunidades. En algunas es un problema distante y sin contornos definidos, en otras es un monstruo que contamina la cotidianeidad. Por supuesto que hacen falta regularidades y leyes de obligado cumplimiento, pero no es lo mismo comparar la problemática de Mérida (incluida la calidad de su ciudadanía) con el envilecimiento (en todos los sentidos) que se registra en Acapulco. Lo mismo vale cuando hablamos de la desigualdad, la productividad, las vocaciones productivas regionales. Hace falta pensar al país desde las regiones y hace falta que las regiones asuman su papel de proveedoras de soluciones.

Me parece ingenuo seguir escuchando aquello de “la estrategia” o la “mentada estrategia”, como lo dijo Hope, para enfrentar el problema de la violencia y la inseguridad. Los gobiernos estatales y municipales deben desarrollar capacidades para enfrentar su problemática y aportar soluciones desde lo local. Me hago cargo de la complejidad, pero no podemos seguir ignorando aquello que el general Cienfuegos ha venido repitiendo en varias entrevistas y es la inacción de los gobiernos locales para asumir aquellas funciones que constitucionalmente les corresponden. Hay, por supuesto, desidia política en ese dejar hacer y dejar pasar para que los militares y marinos los reemplacen en sus obligaciones, pero también hay ese problema metodológico del plural. En los estados se está esperando que la estrategia (en singular) baje del centro y los ilumine y eso sólo ocurrirá temporalmente. La entrada de elementos federales cambia la correlación de fuerzas que hay en una ciudad o región en un momento determinado, pero no tiene una vocación permanente; las fuerzas federales ni pueden, ni deben suplir indefinidamente a los gobiernos civiles en estas u otras tareas. Hace falta un trabajo pormenorizado de la dinámica de inseguridad que vive cada región y tener claro el mapa de responsabilidades y el calendario de trabajo de cada uno de los actores institucionales. Estamos llegando al peor de los mundos con ese desgaste federal por un despliegue que no solamente no termina, sino que tampoco tiene fecha previsible de concluir, y por resultados decrecientes en materia de seguridad ante la expansión de diversos delitos en buena parte del territorio nacional. Se ha dicho hasta el cansancio que la primera instancia para contener delitos es el gobierno local y esto es todavía más fuerte ahora que el gobierno federal decidió nulificar su política de prevención social con el nombramiento del subsecretario encargado del tema. Las entidades y los municipios que esperan que la prevención del delito venga de la Federación, pueden esperar sentados. Cada una de ellas debe elaborar, a su manera y con sus propias prioridades, sus respectivos programas de prevención, una especie de, si se me permite la analogía, un foquismo insurreccional en vez de una guerra centralmente planificada. Pero para que esto ocurra hacen falta liderazgos locales que le den sentido al plural y desplieguen su creatividad en su ámbito de acción sin esperar a que en Palacio Nacional se conciba la estrategia.

El mismo problema detecto en un Distrito Federal perpetuamente colapsado por el tráfico. La llamada Secretaría de Movilidad apuesta por “un nuevo paradigma” y a mi juicio aquí procede, como en los otros casos, el plural. Además de un nuevo paradigma, lo que hacen falta son soluciones por colonia o delegación que impliquen transporte escolar, el empleo de los vecinos en los centros de trabajo locales y apertura de espacios públicos, es decir, no una concepción centralizada que resuelva de una vez y para siempre el problema de la movilidad, sino muchas soluciones locales que descongestionen cada una de las partes y le den alivio a la ciudad. El plural existe y hay que adaptar nuestro pensamiento a él.

Analista político

@leonardocurzio

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