Durante más de dos décadas, la dinámica de ciertas actividades productivas enfocadas al mercado externo configuró el principal eje de crecimiento y desarrollo para México.

El país generó una dependencia comercial con Estados Unidos de 80% que garantizó ingresos por ventas al exterior y el constante intercambio de mercancías con la economía más poderosa del mundo. Pero hoy en día el mundo cambió.

La actual presidencia en Estados Unidos promueve una política de miedo que se traduce en incertidumbre sobre el rumbo que tomará la globalización.

El discurso del libre comercio y la apertura ahora son sustituidos por medidas proteccionistas, aranceles y muros fronterizos.

México es una de las economías más globalizadas al contar con acuerdos comerciales con 46 países. Ahora bien, mantiene concentradas sus exportaciones y no ha logrado insertarse de forma exitosa dentro de las cadenas de suministro global.

De igual forma, tiene pendiente fortalecer las cadenas de suministro nacionales para darle contenido local a los productos de exportación, considerando que hoy en día para producir lo que se envía al exterior se requiere importar 45.6% del valor de producción. Nos convertimos pues en productores de manufacturas ligeras y de bajo contenido nacional; la dependencia no era la solución.

Bajo este entorno, el país está obligado a replantear su estrategia de crecimiento basada en el desarrollo y consolidación de sectores productivos estratégicos para la economía, con crédito e inversión, para que no sean solamente actos de buena voluntad y sin resultados sostenibles.

México tiene los elementos para robustecer la estructura industrial interna generando capacidades laborales, que incorporen innovación y desarrollo tecnológico, a fin de participar de forma exitosa en las cadenas de suministro globales, de incorporar a las pymes en las cadenas nacionales de valor y, así atender tanto el mercado interno como el externo.

Uno de los sectores con mayor aportación es el turismo, que representa 8.3% del PIB (Inegi). Esta actividad se ocupa de generar un fuerte impulso en la economía, atraer inversión, crear nuevos empleos directos e indirectos, además de brindar la posibilidad de integrar a las pymes, sobre todo a las comunidades de distintas regiones a las actividades productivas y crear polos de desarrollo. Además, involucra procesos de innovación que favorecen el fortalecimiento del sector servicios.

Otra actividad de gran potencial es la agroindustria. México es un país importante en la producción de alimentos, también un destacado exportador de productos agropecuarios y agroalimentarios como la cerveza de malta, tomate fresco, aguacate, chiles, limón y tequila, entre otros.

Ocupa los primeros lugares en valor de la producción y también como exportador de cultivos y productos de ganadería. En los últimos cinco años, este sector muestra un dinamismo de 3.6% promedio anual. No obstante, hay que recordar que también es necesario reforzar y mejorar las políticas de fomento y modernización del campo.

Por otra parte, la manufactura, que representa 18% del PIB nacional (Inegi), siempre debe ser considerada como uno de los sectores motores, ya que tiene un gran impacto en la economía por sus efectos multiplicadores sobre otras actividades, por la capacidad de generar mayor valor agregado y por la especialización e innovación que se requiere en sus procesos.

Concretamente, durante 2017 algunas de las ramas que podrían apuntalar son las manufacturas de alto grado tecnológico, la metalmecánica, electrónicas y eléctricas, entre otras.

En la parte energética, México tiene el potencial para contar con una industria petroquímica sólida y competitiva. En general, la energía se utiliza en todos los procesos productivos de la economía, desde la producción manufacturera, hasta la prestación de servicios, por lo que el desarrollo de este sector impactará de manera positiva al crecimiento. Además, ya se está ejecutando una reforma energética que atrae nuevos participantes traduciéndose en inversión, empleo, tecnología e innovación.

Para que estos sectores sean los pilares del crecimiento económico, se deben adaptar los instrumentos de política económica a largo plazo con las necesidades específicas de cada actividad y región, acompañados de una política industrial flexible y holística, promotora del crédito y la inversión. Asimismo, se deben abarcar todos los sectores productivos y plantear una idea clara de cómo será el futuro industrial de nuestro país en 10, 20 y 30 años.

Como en todo proyecto, se requiere de la participación del sector privado; toda empresa (de cualquier sector económico) debe prepararse con una estrategia corporativa adecuada, considerando un análisis de riesgos (los que provienen del entono nacional y del exterior), para luego plantear acciones previsorias y de fortalecimiento que le permitan mantener su mercado.

Presidente de Consultores Internacionales S.C.

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