Mis primeros acercamientos con Bruce Springsteen se dieron con los discos Born to run (1975) y Darkness of the edge of town (1978). Acostumbrado más al glam británico y a otros estilos, me costaba digerir al nacido en la tierra de Los Soprano, New Jersey. Siendo jefe de prensa de PolyGram en 1980, se dio la oportunidad de ir a Los Ángeles a un concierto de Elton John, en el tiempo en que el suceso era Gary Numan con “Cars”, una rola de “The Pleasure Principle” (1979). Un día antes, en el Sports Arena angelino, estaría presentándose Bruce Sringsteen.

Recordé que alguna vez le había comentado a Juan Villoro que se me atragantaban los discos de El Jefe. “Tienes que verlo en vivo, para que te cambie la perspectiva”, me dijo. Con un par de amigos de la disquera, conseguimos en una verdadera suerte, los boletos al costo la misma noche del concierto. Eran los tiempos en que acababa de salir “The River”. Cerca de tres horas y media de concierto, cuando la media de los rockstars era de hora y media, dos horas a lo sumo, me transformaron y, saliendo del concierto pasada la medianoche, me lance a Tower Records a comprar los primeros dos discos que me faltaban y el The River.

En diciembre de 2012 Bruce se dejó caer en el Palacio de los Deportes con la E Street Band. Era la primera vez que venía y, luego del concierto donde el público lo paseó sobre miles de manos, me encontré a Villoro, que había asistido con sus hijos y le pregunté sobre la experiencia de levitarlo. “Es como si tocaras el lomo de las ballenas jorobadas”. Así se explica El Jefe: un fundamental del rock, “Salón de la Fama”, ganador de varios Grammy, un Oscar y un Globo de Oro, que acaba de sacar su disco número 25: Chapter and Verse (Sony), un recopilatorio cuyas 18 canciones, algunas inéditas (servirán de guía para ilustrar los capítulos de una extensa biografía (Born to run, literatura Random House, con traducción del especialista hispano Ignacio Julia).

En realidad Born to run son tres libros en un gran volumen de más de 500 páginas de memorias, incluida la fotográfica. Es una historia y búsqueda de un hombre alguna vez señalado como el futuro del rocanrol como forma de modelo a modo de supervivencia, mago y prestidigitador de un tipo de entretenimiento que aún sigue vendiendo –como alguna vez la vieja industria del disco, antes de volverse una fábrica de dinero manejada actualmente por contadores y timadores— emociones.

Aquí se trata del propio músico el que autobiografía y cuya verdad puede abordarse de forma histórica lineal, aleatoria, o preferencial de alguien que escribe claro y sin (auto)complacencias. Un volumen revelador de un trabajador del rocanrol, en una vasta longitud de onda entusiasta de eventos que han marcado a más de una generación, desde el vinilo, el CD y las descargas digitales que, esto último, en el caso de Springsteen, no es lo recomendado. Desde que el crítico Jon Landau vislumbró con él el futuro del rocanrol, la cosa cambió… y nadie le sacó el pañuelo amarillo en los 12 minutos que tuvo en el Superbowl XLIII (Steelers vs. Cardinals) con las botas, finalmente escogidas, bien puestas.

pepenavar60@gmail.com

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