El inicio del 2017 llegó con aumentos en los precios de gasolinas, electricidad y gas natural. Además, hogares y empresas deberán hacer frente al pago de predial, tenencia y deudas contraídas durante la época navideña que comenzó con un Buen Fin.

Para el caso de las empresas, el aumento en los costos se vinculará con una inflación al productor que llegó a 8% en noviembre pasado y que en algunas ramas de las manufacturas ya supera el doble dígito.

Sólo como punto de comparación se debe citar que en el mismo mes la inflación al consumidor fue de 3.2%, un diferencial que sólo se podría reducir disminuyendo el costo de los insumos para las empresas no aumentándolos.

Un cuestionamiento que prevalece gira en torno de cuáles serán los beneficios de transferir más recursos a los tres ordenes de gobierno.

De acuerdo con lo planteado en el presupuesto, los mayores costos para la sociedad irán acompañados con una reducción en la inversión y el gasto público. ¿Se puede esperar crecimiento económico de dicha estrategia?

Además, se tiene al endurecimiento de la política monetaria. Con el aumento en las tasas de interés por parte del Banco de México, cualquier crédito contraído que no sea a tasa fija costará más al deudor, una tendencia que continuará durante todo el año.

Las presiones inflacionarias y la depreciación del tipo de cambio serán parte de los factores que influirán en las decisiones del banco central respecto a cuándo y en cuánto incrementará los réditos.

No se deben olvidar las directrices que emanen desde la Reserva Federal de los Estados Unidos. Cualquier aumento en sus tasas afectará a las que se aplican en nuestro país. Todo ello incidirá negativamente sobre el consumo y la inversión privada.

Adicional a esto se tiene al factor externo que representa Donald Trump.

La decisión de dos empresas, Carrier y Ford, de retirar sus planes de inversión en México no es algo menor, refleja que sus directivos han reculado respecto a su postura inicial de aprovechar las ventajas de bajos salarios y facilidades otorgadas por los gobiernos municipal, estatal y federal de nuestro país.

Sin importar la cesión de terrenos, incentivos fiscales, simplificación administrativa y obras de infraestructura elaboradas ex profeso para estos proyectos y los compromisos ya contraídos con sus empresas proveedoras, los directivos norteamericanos decidieron dar varios pasos atrás. Cedieron ante el presidente electo, no es difícil adivinar qué pasará en menos de dos semanas cuando tome posesión formal del poder ejecutivo.

La estrategia negociadora de Donald Trump es conocida, no hay sorpresas, primero somete a desgaste a su contraparte para después entablar pláticas.

Por ello es delicado que desde la parte interna el gobierno mexicano haya propiciado un incremento en energéticos, ello causó inestabilidad social y no ayudó a fortalecerlo.

Será complicado negociar con el exterior al mismo tiempo que se vive un desencuentro interno con una parte de la sociedad.

Independientemente del origen de los actos vandálicos que se han observado en la última semana, lo que es evidente es que eso encontró resonancia en algunos grupos inconformes con su actual situación económica y social.

Como lo describió Michael Blyth, la austeridad es una idea peligrosa, restringe el desarrollo económico y social de los países. Grecia, Gran Bretaña, Brasil, España, Portugal y Venezuela muestran, en distinto grado y de acuerdo a su propia realidad, el elevado costo que se paga con la austeridad.

México ya lo ha vivido en reiteradas ocasiones, durante los últimos 35 años la aplicación de programas de ajuste fiscal han sido una constante, prácticamente todas las administraciones lo han hecho. ¿Que será distinto ahora, particularmente cuando Estados Unidos modificará su manera de vincularse con México?

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

***En la foto: Manifestantes en contra del gasolinazo. (FRANCISCO CAÑEDO. XINHUA)

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