México no ha comprendido la lógica de las tendencias que sigue la economía mundial. Se perdió en la ola del libre comercio impulsada durante la década de los ochenta. Hoy se vive la consecuencia de haber implementado un modelo de apertura comercial sin contar con una verdadera política industrial.

Una secuela es el atraso en el desarrollo de innovación y progreso tecnológico que se realiza en el mundo. México es un comprador de las invenciones realizadas en otras naciones. El reflejo es la creciente dependencia que se tiene de insumos intermedios y bienes de capital extranjeros: el 75% del consumo de bienes intermedios de las empresas manufactureras es importado.

Una consecuencia adicional es la reducción de empresas nacionales realmente competitivas a nivel global. La maquila y el comercio al por menor contribuyen marginalmente al crecimiento económico de México. En la economía 15 del mundo 91% de sus unidades económicas emplea, cuando mucho, a cinco personas. Con esa base empresarial no se puede competir en la manufactura que requiere innovación constante.

Las estadísticas internacionales son contundentes. El reporte del World Intellectual Property Indicators de 2015 permite observar que las empresas asiáticas dominan el registro de patentes: de los primeros 30 lugares 19 son japonesas, cuatro de Corea del Sur, dos de Estados Unidos, igual número que las de China y Alemania. Taiwán posee una.

Todas pertenecen al sector industrial de las manufacturas y representan la base productiva con las que estas naciones encabezan las grandes cadenas globales de valor.

El comercio exterior sólo representa el mecanismo mediante el cual comercializan los productos derivados de sus innovaciones patentadas. Su ritmo de progreso tecnológico es vertiginoso, tan solo entre 2003 y 2012 concentran más de 1.3 millones de patentes.

En general son grandes empresas, salvo casos excepcionales. Sus gobiernos las impulsan. Representan el fruto de la política industrial implementada por administración pública y la cual se encuentra coordinada con la actividad empresarial privada. Hay regulación de su actividad pero no se inhibe su desarrollo, por el contrario se fomenta activamente.

Obviamente cuentan con un sector educativo de alta calidad y orientado al desarrollo de profesionistas capaces de contribuir al progreso tecnológico de sus empresas. Gracias a ello son líderes en las manufacturas globales y no son maquiladores.

Hace décadas entendieron lo que el Premio Nobel Joseph Stiglitz describe en su libro Creating a Leaning Society: los efectos de la manufactura sobre el resto de la economía superan al de otros sectores gracias a los encadenamientos productivos que propicia. Dichos mecanismos permiten que la innovación y el progreso tecnológico desarrollado en la manufactura se transmitan a toda la economía.

En función de esto último, la administración del presidente de Barack Obama implementó una ambiciosa estrategia para recapturar la manufactura: en junio de 2011 se puso en marcha la Asociación de Manufactura Avanzada por recomendación del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología.

La iniciativa fue encomendada a Andrew Liveris, CEO y presidente de Dow Chemical Company, y a la presidenta del MIT Susan Hockfield. Su objetivo es identificar oportunidades de colaboración entre la industria, la academia y el gobierno para que impulsen el desarrollo y la inversión en las tecnologías emergentes, políticas y asociaciones con el potencial de transformar y revitalizar la manufactura avanzada en los Estados Unidos. Algo similar a lo que hace el Instituto Fraunhofer en Alemania.

México aún confía en el libre comercio como política económica para alcanzar mayor crecimiento económico, una estrategia que no funciona sin una verdadera política de desarrollo industrial.

Director del Instituto para el Desarrollo
Industrial y el Crecimiento Económico

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