La Constitución de 1917 cumple 100 años, y la pregunta es: ¿necesitamos una nueva Constitución?

El pasado domingo se cumplieron 100 años de la promulgación de la Constitución que nos rige desde 1917. Las celebraciones no se han hecho esperar, las críticas tampoco. En innumerables foros que se llevan a cabo sigue siendo motivo de gran discusión: si ahora que nuestra Carta Magna cumple cien años, es necesaria una nueva Constitución.

La Constitución de 1917 fue producto de un momento histórico y plasmó en cada una de sus páginas el deseo de la época de vivir en una nación cuya soberanía residía en el pueblo; plasmó también la voluntad de vivir en un país democrático, donde la libertad fuera la regla y no la excepción. Fue en esa Ley fundamental de 1917, cuando se da origen al Estado promotor y defensor de los derechos sociales básicos, dejando atrás la lucha armada que marcó el destino de México en los primeros años del siglo XX.

El presidente Venustiano Carranza y los constituyentes de 1917 dejaron en manos de los mexicanos la posibilidad de fundar una patria renovada que pudiera avanzar, basándose en principios universales como la libertad y la justicia. Fueron muchos años de enormes esfuerzos para construir el andamiaje institucional que hoy nos garantiza el pleno ejercicio de la libertad de expresión y de sufragio. Hoy podemos decir que somos un país de instituciones sólidas.

Una de las mayores críticas que los estudiosos hacen al texto actual de nuestra Constitución, es que ya se parece muy poco al texto original, y es cierto. A lo largo de estos cien años, nuestra Constitución ha sufrido grandes transformaciones. La mayoría de sus artículos originales han sido modificados, algunos de ellos infinidad de veces. En los últimos 10 años se han hecho 257 reformas a la Constitución. Solamente 22 de sus 136 artículos nunca han sido tocados. Esto pareciera dar la razón a quienes proponen una nueva Carta Magna.

En los últimos años se le hicieron cambios muy importantes: la reforma en materia de derechos humanos de 2011 es tal vez la más relevante que se haya realizado al Capítulo Primero de nuestra Carta Magna. Con ella, se ha dado una verdadera transformación en materia de protección de los derechos fundamentales de los mexicanos por parte del Estado, al cambiar radicalmente la terminología: el texto original establecía que la Constitución otorgaba garantías a los ciudadanos, el texto actual establece el reconocimiento pleno de los Derechos Humanos de todas las personas.

Se dieron también otras reformas relevantes: la reforma integral del sistema de justicia penal, que transforma su carácter inquisitorio en uno de tipo acusatorio que lo vuelve más transparente al establecer los juicios orales. Otro cambio constitucional de gran calado fue la reforma en materia de Amparo, que amplía la protección de la justicia a los derechos humanos y puso al día a este instrumento jurídico fundamental para los mexicanos.

En 1917, Carranza, al jurar cumplir y hacer cumplir la nueva Constitución, dijo: “ahora sólo nos queda la obligación de ir a la práctica de la Ley Suprema que acabáis de sancionar, llevándola en nuestras manos como la enseña que nos hará grandes, justos y respetados entre los demás pueblos de la tierra”.

Yo soy de los que no creen necesaria una nueva Constitución. No veo tampoco condiciones para que en el momento que estamos viviendo se pudiera redactar un mejor texto, basta ver lo que pasó con la Constitución de la Ciudad de México. Lo que necesitamos, como lo dijo el presidente Venustiano Carranza, es ir a la práctica de los preceptos que están plasmados en nuestra Carta Magna; algunos de ellos, por cierto, desde el Congreso Constituyente en 1917. El principal problema sigue siendo que no se cumple y esto ha generado una gran corrupción e impunidad, que es lo que más ha limitado a la Constitución, o la hace menos creíble.

Abogado.

@jglezmorfin

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