Estados Unidos es un gran país. La gran potencia que emergió a nivel global en el siglo XX. Su actividad tiene efectos globales, su cultura ha impregnado el mundo y ha sido el gran constructor del sistema económico mundial.

Las causas del crecimiento espectacular de Estados Unidos se remontan al diseño de Nación de los denominados Padres Fundadores: Washington, Jefferson, Adams y Lincoln, entre otros, fueron visionarios al construir los cimientos con base en un profundo ethos, una cultura abierta y una visión de grandeza sobre el futuro. El profundo sentido ético dio significado al proyecto de nación y enlazó con un modelo de vida integral, la cultura abierta permitió acoger proactivamente inmigrantes de muy diversos orígenes y la visión de grandeza impulsó el crecimiento.

Este modo de ser creó un way of life, un estilo de vida atractivo en el que se puede construir un gran futuro basado en el esfuerzo personal. El estilo de vida estadounidense, por su valor, se convirtió en universal. Con esa base, Estados Unidos construyó su grandeza a través de los inmigrantes.

Sin embargo, los acontecimientos de los últimos años, el atentado a las Torres Gemelas, la crisis de 2008 y la creciente desigualdad han llevado a cambiar el discurso político —reflejo de la cultura actual— de manera dramática: un bajo nivel ético, el cierre a la inmigración y el miedo al futuro son conceptos recurrentes. Este nuevo modo de ver el mundo atenta contra las bases que le dieron grandeza a Estados Unidos, se trata de conceptos exactamente en contra de los fundamentos que llevaron a ese país a la grandeza.

Del cambio de discurso político y de cultura generalizada se derivan diversos riesgos a la seguridad, el crecimiento económico y los derechos humanos. Sin embargo, el riesgo más profundo consiste en que una nación que atenta contra su propio sentido, tienda a la eclosión: un derrumbamiento interior que al paso del tiempo ponga en riesgo la sustentabilidad de ese país y con ello el riesgo para todo el planeta. Estados Unidos sigue siendo el país más rico del mundo, crea conocimiento, posee las mejores universidades del mundo pero comienza a ir en la dirección contraria a la que lo hizo grande.

La caída del Imperio Romano en el siglo V ocurrió de manera similar: cuando los bárbaros prácticamente sin resistencia entraron a Roma se impactaron con la magnificencia de los edificios, el nivel cultural y social que se había alcanzado, pero lo que ya no estaba —el gran ausente era el espíritu— la mística de grandeza del mayor imperio en la historia de Occidente. Roma no fue vencida, Roma se autodestruyó, se vació de sentido y con su caída cambió la historia del mundo, terminó la época que se conoce como la antigüedad.

Roma aparentemente era grande, pero en lo endógeno se había vaciado, de forma lenta, imperceptible a corto plazo, pero a largo pasó el punto de no retorno. El tema de fondo hoy en Estados Unidos y en el mundo, aquello que debería preocuparnos de manera real, no es la economía ni la política, es la cultura.

Rector general de la Universidad Panamericana-IPADE

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