La fuerte turbulencia que vive la economía global se ha hecho presente con una gran volatilidad y movimientos descendentes en los mercados bursátiles, el de divisas y de materias primas, como el petróleo. En contraste, entre los activos más seguros destacan el dólar estadounidense y sus bonos gubernamentales, pues los índices de sus distintas bolsas de valores se han llevado tremendas palizas. El índice Dow Jones ha perdido en lo que va del año alrededor de 11%.

El epicentro se ubica fundamentalmente en China, la segunda economía más grande del planeta. Este país enfrenta una situación política y económica muy complicada. En el ámbito político han iniciado una cruzada contra la corrupción para recuperar la confianza de una clase media que se ha expandido y que demanda más apertura y más prácticas democráticas. A esto hay que agregarle la desconfianza que ha generado la conducción económica en los inversionistas, quienes han quedado más confundidos con una política de comunicación confusa. Su moneda ha sido aceptada dentro de los derechos especiales de giro del FMI, y su banco central ha procedido a devaluarla después de haberla mantenido constante con respecto al dólar.

En la economía más grande del mundo, Estados Unidos, su banco central busca tener márgenes de maniobra, por lo aumenta la tasa de interés de referencia después de ver que el mercado laboral se ha recuperado. Por el lado de la demanda el consumo ha mejorado y por el lado de la oferta los servicios están expandiéndose.

En Medio Oriente se está librando una guerra religiosa entre Irán y Arabia Saudita. Arabia Saudita ha escogido el mercado petrolero. En el terreno bélico Irán y Arabia Saudita se enfrentan en Siria. Si, además consideramos que se han levantado las sanciones a Irán, los persas reiniciarán las exportaciones de petróleo para saturar aún más el mercado, en el que actualmente sobran a diario más de 1.8 millones de barriles.

El impacto que México recibe por el lado del petróleo no viene sólo por la menor entrada de ingresos petroleros. El mayor golpe viene de que las inversiones para exploración, desarrollo y producción de hidrocarburos se retrasarán. Se estima que las empresas petroleras han pospuesto proyectos por más de 380 mmdd. The Economist apunta que hasta Shell ha tomado una decisión rara vez vista en las grandes petroleras, de abandonar un proyecto de exploración como el del Ártico.

En esta coyuntura, quererle atribuir al gobierno mexicano la depreciación del peso frente al dólar, es francamente irresponsable. Que ahora cueste más el dólar no es por causas imputables a la política económica o a un exceso de crédito en el sector privado, o a la situación que guardan las finanzas públicas del gobierno federal. Tampoco es porque se hayan acumulado riesgos en el sistema bancario. No obstante la fortaleza de los aspectos fundamentales de la economía mexicana, no significa que el gobierno del presidente Peña Nieto sienta que con las reformas estructurales ya es suficiente y por lo tanto pueda cruzarse de brazos. Hay un eslabón en la cadena económica que nos debe preocupar: ese factor de riesgo para las finanzas públicas, y luego puede traducirse en una amenaza para la economía tiene nombre: es Pemex.

El punto más débil de la implantación de la histórica reforma energética está en Pemex. Lo es así por una razón muy sencilla: el aumento de su deuda no se ha visto correspondido ni con más producción ni con más reservas probadas. Aun cuando el gobierno federal asuma una parte del pasivo de pensiones, el cual se traducirá en un aumento del saldo de la deuda del gobierno federal, la productividad en Pemex es de las más bajas. Desafortunadamente su nueva condición de Empresa Productiva de Estado no ha servido mucho, pues su conducción no ha permitido siquiera ganarse la confianza de la ortodoxia de la SHCyP. Llevan tres años sin encontrar el camino para sostener la plataforma de producción que prometen cada año. Si Arabia Saudita está llevando a cabo ajustes fiscales e incluso piensa emitir acciones de la petrolera estatal Aramco, sería soberbio que en México sigamos regocijándonos de reformas importantes que apenas están en su etapa de implantación.

Economista. @jchavezpresa

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