A la hora de las arduas negociaciones con Grecia, la Unión Europea, no tomó en cuenta que Atenas es una isla de estabilidad entre un Medio Oriente en llamas y unos Balcanes inflamables. Bien lo dice nuestra colega historiadora Sia Agnastopulos: “Somos el único país democrático y de principio europeo en una región amenazada al Norte por la crecida de los nacionalismos balcánicos, al Sur por el retroceso democrático de los países de África del Norte, al Este por una Turquía en vía de radicalización religiosa y un Medio Oriente en guerra”.

Por lo mismo, Grecia se ha vuelto en los últimos años, con Italia, la principal puerta de entrada de los migrantes a Europa. En lo que va del año, más de 60 mil llegaron a las solas islas de Kos, Lesbos y Kios enfrente de las costas turcas. Atenas recibe un apoyo financiero y logístico de la agencia Frontex para vigilar sus fronteras marítimas y terrestres y canaliza el flujo creciente cada día de refugiados sirios, para aislar los eventuales yihadistas emboscados. Está pensando seriamente en construir un muro, sobre el modelo estadounidense, al Noreste. El imperio romano levanto muros también, y el imperio chino construyó la Gran Muralla. Las grandes invasiones se brincaron todos los muros, tal es la lección de la historia.

¿Qué puede hacer Europa que es el sueño de los refugiados políticos y religiosos de Siria, Irak, Líbano, Palestina, Eritrea, Libia, y de los refugiados económicos de las Áfricas negras? ¿Cerrar sus puertas? Gustaría de hacerlo, pero se antoja imposible. En los siete primeros meses del año en curso, han sido rescatados en el Mediterráneo 80 mil inmigrantes; Italia pronostica que le llegarán en 2015, 250 mil inmigrantes por mar. Sin contar las 100 mil personas que han huido de Kosovo, pequeño país en quiebra, sumido en la pobreza y un paro que afecta 55% de los jóvenes. La UE analizará el problema kosovar en otoño pero como el éxodo sigue creciendo enormemente, no se puede pensar en una liberalización.

Frente al gravísimo problema de los cientos de miles de refugiados que se lanzan cada año a atravesar el Mediterráneo, Europa no sabe qué hacer. Ni ha podido resolver el “pequeño” problema de las 40 mil personas originarias de Siria, Irak, Eritrea y que esperan en Italia y Grecia que se les conceda el asilo político. A fines de mayo, Bruselas propuso un reparto entre los países de la UE, pero varios se negaron en junio, y volvieron a negarse en julio. Sólo 35 mil han encontrado países receptores, y eso que se trata de una pequeña fracción de los 800 mil que pedirán asilo en 2015. Eso demuestra que la Europa política está por crearse, ya que los gobiernos nacionales no aceptan ningún compromiso. Tan pronto como un país recibe flujos migratorios que complican la ecuación étnica o religiosa, afloran el miedo, el rencor contra los extranjeros y la reacción inmediata es levantar un muro, para empezar el muro de los partidos populistas radicales.

Ciertamente las dimensiones de la inmigración son enormes y recuerdan las grandes invasiones que acabaron con el imperio romano de Occidente, con Roma. Estados Unidos, frente al mismo problema, no está realmente amenazado porque tiene una población joven, una economía dinámica y ha sido tradicionalmente una nación de naciones, mientras que Europa tiene una población envejeciendo rápidamente, un paro impresionante y está tratando de cerrarse sobre sí misma. Manuel Vicent tiene razón cuando en su breve texto El asalto, escribe que “se trata de un hecho biológico imparable e incontrolable, que se ha repetido de forma periódica desde hace medio millón de años”. Y celebro a Angela Merkel quien afirma, con valor, que Europa debe recibir a los refugiados políticos.

Investigador del CIDE.

jean.meyer@cide.edu

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