Volodia es el diminutivo de Vladimir en ruso. El presidente Putin, si bien puede errar al querer debilitar o desmembrar a Ucrania, en lugar de conservar su amistad, no se equivoca en su visión geoestratégica de la importancia del Polo Norte, cuando el cambio climático impulsa la carrera de los Estados por hacerse con sus grandes reservas de hidrocarburos. El viejo sueño de más de cuatro siglos del “Gran Pasaje”, una vía marítima nórdica abierta casi todo el año parece que pronto se realizará. Estados Unidos, Canadá, Rusia, Finlandia, Noruega, Islandia, Dinamarca (Groenlandia) y hasta China se apuntaron.

En la gran epopeya polar hay tres fechas históricas. El primero en buscar la ruta fue Hugh Willoughby quien pereció en 1553 sobre la costa de Murmansk; luego muchos navegantes persistieron en la empresa y varios murieron atrapados en los hielos; en 1878-1879, A. E. Nordenskiöld logró la primera travesía, “congelándose” durante el invierno. Los únicos cuatro que lo lograron después, imitaron su técnica: Vilkitsky, Admunsen, Toll y Nansen. Finalmente, en 1932, el rompe-hielo soviético “Sibiriakov” fue el primero en realizar la hazaña de pasar de una vez, sin invernar.

El éxito soviético había sido preparado por años de estudios árticos, a partir de 1919, y tuvo como consecuencia el desarrollo de grandes proyectos para poner en valor el extremo Norte y explotar sus vías marítimas y aéreas. Desde aquel entonces ese nuevo factor despertó la atención de Estados Unidos, vecino muy cercano de la URSS en el estrecho de Behring. La ruta marítima del Norte tuvo un papel vital en la segunda guerra mundial desde los puertos estadounidenses del Pacífico hasta Murmansk en el Mar de Barents.

Desde 1924, la URSS planteó la cuestión de la futura propiedad de lo que hasta ahora se consideraba como terra nullius, tierra de nadie: mandó un memorándum a todos los gobiernos precisando que las islas entre sus costas y el Polo Norte eran suyas. Por cierto el Imperio zarista lo había afirmado ya en 1916. “Todas las tierras ya descubiertas y todas las por descubrir en el futuro… al norte de la costa de la URSS hasta el Polo Norte, adentro de los límites 32º4’35´´ al este de Greenwich y 168º 49´32´´ oeste de Greenwich” caen bajo la jurisdicción soviética. La definición de un “Sector Soviético del Ártico” es el serio antecedente de la militarización y de los planes de industrialización emprendidos por el actual gobierno ruso, algo que empieza a preocupar a los demás países ribereños. Como no hay consenso diplomático sobre esta región más y más estratégica, las cosas pueden ponerse color de hormiga.

Se calcula que el Ártico alberga la cuarta parte de las reservas mundiales de hidrocarburos, algo que despertó el apetito de China: la primera economía mundial quiere asentarse en el extremo Norte, por más que no tenga territorio en la región, a diferencia de los países ribereños que tienen derechos económicos sobre 370 kilómetros a partir de sus costas (marco normativo establecido por la ONU en 1982). Tampoco China tiene sillón en el Consejo Ártico fundado en 1996 por Noruega, Suecia, Finlandia, Rusia, EU, Canadá, Dinamarca e Islandia; sin embargo, China, Corea, Francia, Alemania y/o España tienen la calidad de observadores. Lo que hace China es invertir en minas de la región y multiplicar las actividades de su Instituto de Investigación Polar…

En cuanto a Rusia, resucita las bases militares soviéticas, inaugura un aeropuerto militar en Nova Zemblia, además de un puerto de guerra para la Armada del Norte. En 2014, luego en marzo de 2015, grandes maniobras militares movilizaron hasta 40 mil soldados en el Ártico, 110 aviones, 41 buques y varios submarinos. Volodia Putin afirma que “responde así a los nuevos retos y amenazas a la seguridad del país”. Con o sin amenazas, tiene razón en interesarse al Ártico.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@cide.edu

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