En las competencias deportivas, son frecuentes los incidentes derivados de reacciones agresivas de atletas e incluso de espectadores. Muchas de estas actitudes son reflejos de una realidad social. Todo encuentro deportivo es una forma de conflicto en el que dos o más adversarios persiguen un mismo fin que sólo puede lograr uno de ellos. A veces esto da pie a reacciones desaforadas y violentas. Desde la sociología, la agresión ha sido definida como comportamiento dirigido por un organismo hacia un objetivo que resulta con algún daño; empleo ilegítimo de la fuerza por parte de un rival contra otro. Sus causas pueden ser muchas y en ello influyen factores éticos y morales.

Cualquier persona suele tener reacciones agresivas a lo largo de su vida. Durante una competencia, éstas pueden sobrevenir en cualquier momento. Entre sus causas están la frustración, ciertos estados emotivos, iracundia, miedo, hipersensibilidad, estrés y muchas otras. Desde las artes marciales, el entrenador japo-nés Morihei Ueshiba ha dicho: “Agredir al oponente es agredirte a ti mismo. El arte de la paz es controlar la agresión y no producir daños”.

En el deporte, las agresiones pueden ser físicas, verbales o gestuales. Son ilegales, no están permitidas, pero, a veces, como resultado de ciertos intentos obsesivos por obtener la victoria, pueden convertirse en algo excitante y hacer más atractivo el espectáculo, lo que no las justifica, obviamente. Según el psicoanalista Erich Fromm, “en su intento de trascender la trivialidad de su vida el hombre se ve impulsado a buscar aventura, a mirar más allá de la frontera que limita la existencia humana y aun a traspasarla. Es esto la causa de las grandes virtudes y los grandes vicios, de que la agresión y la destrucción sean excitantes y atractivas”.

Los deportes son un medio que permite eliminar o sublimar grandes cantidades de energía. Los impulsos agresivos son inherentes a la condición humana, pero si rebasan los límites permitidos deben ser contenidos. Sin embargo, la psicología reconoce que estas reacciones provienen de mecanismos que ayudan a la supervivencia, anidan en lo más íntimo del alma y testimonian el poder de los sentidos.

El poeta Félix Dauajare, en Noviembre, dice: “En este raro culto a lo imposible/ que se arrastra en lo íntimo del alma/ que nos llama del fondo de los tiempos/ de territorios abolidos/ una presencia eterna se sublima/ en impávidos rostros/: esa única y sola permanencia/ que proclama el poder de los sentidos”.

rjavier_vargas@terra.com.mx

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