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Las elecciones han quedado atrás, y si a usted le pasó como a mí, que no sabía cuál candidato era el menos peor, quizá este padeciendo también todavía cierta resaca moral. No podía ser de otra manera, los medios electrónicos se encargaron de informar puntualmente cada descalabro, cada desafortunada declaración, cada bailongo, arrimón y ademán; pusieron a nuestra disposición, una y otra vez, esos penosos anuncios de campaña a ritmos populacheros (y uno que otro usando también algo de rock alternativo como fondo para que coreemos su nombre en estribillos más estridentes); todo sigue ahí, en un acto de crueldad podríamos seguir viendo y escuchando, si somos masoquistas, las vergüenzas de esos por quienes votamos, y quizá al final digamos, convencidos por la repetición, que “no decidimos tan mal”. No está tan difícil encontrar tan deprimente material, si sabemos dónde buscar.
Claro, no sólo aquí se cuecen habas, pareciera que “algo pasa” cuando el ser humano (con sus honrosas excepciones) opta por ir en pos del voto popular. Estados Unidos, país que gusta jactarse en cada oportunidad de respetar la libertad de expresión, que no teme burlarse de sí mismo y de sus representantes, quienes no vacilan en acudir a programas de comedia para ser carne de cañón. El propio presidente ha leído él mismo, en vivo y en cadena nacional en el programa de Jimmy Kimmel, tuits de detractores (seleccionados, pero sin restar méritos) donde se mofan de sus políticas; eso aquí es impensable, aquí proponerle a un candidato ir a un programa de comedia (como si lo necesitaran) sólo puede despertar el sospechosismo, significa que tú, medio de comunicación-judas, tienes pactos demoniacos para evitar la salvación a México.
Pero volviendo a ese país de contrastes, ahí un día el presidente se pone de pechito y al otro cancelan cuentas en redes sociales por hacerse de mensajes publicados y después borrados (por vergonzosos) por los autores de los mismos, todos políticos. Imagine la cantidad de material que debe producirse mes con mes para mantener una página activa y hacerla famosa nacionalmente, y qué tipo de contenido ponía ésta de manifiesto para que Twitter decidiera quitar el acceso a los administradores que “cazaban” esos mensajes de las cuentas oficiales de estos políticos. Eso sí, Twitter nunca dejó de alabar que existen este tipo de páginas (nadie los iba a acusar tan fácilmente de antilibertarios), incluso se leía apoyo a estas en el comunicado oficial; con una mano les daban a los administradores de Politwoops el golpecito en la espalda y con la otra los desenchufaban.
Aquí, muchos han acusado a Twitter de, por ejemplo, tirar hashtags, algunos se aventuran a decir que Twitter ha borrado sus opiniones, pero nunca ha trascendido; insisto, parece que más bien nos gusta regodearnos en el ridículo voluntario, cierto ridículo partidista tan nuestro, pero que cuando es involuntario no hacemos olas, y en lo que alguien corre por esa, apenas llega y ya se fue, y ha sido sustituida por otra más grande. Cruda moral, lector, cruda moral.
@Lacevos
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