La incontinencia censora no se cura, aunque se disfrace. O se disfraza de buenas intenciones para ocultar sus pérfidos colmillos. Diría el clásico: ¿pero qué necesidad? En fin.

En esta ocasión, el ocurrente fue el senador Omar Fayad del PRI. Imagino que un día despertó y dijo: ¿cómo altero a los internautas, a los defensores de la libertad de expresión, a quienes abogan por la neutralidad de la red, a las empresas que ofrecen servicios de internet, a los desarrolladores de aplicaciones, a los edu-punks, a los…? ¿Cómo logro que una ocurrencia mía se convierta en Trending Topic (aunque sea porque me estén mentando la madre)? Ah, ya sé cómo: voy a proponer una ley para prevenir y sancionar los delitos informáticos. ¡Bien bajado ese balón! Y como mi apellido es corto, habrá seguido en su cavilación, en una de esas el hashtag se vuelve marca: #LeyFayad. ¡Listo!

Diría el clásico: ¿pero qué necesidad? En fin.

La semana que cierra ha visto un debate intenso sobre los alcances de la propuesta de ley del senador Fayad en la que se busca castigar el acoso o la intimidación en el ciberespacio, el uso de programas informáticos sin permiso (sic), la publicación de contenido para provocar pánico (sic). Se habla de penas de cárcel (en todo se habla de penas de cárcel) para quienes publiquen en internet “de manera indebida y sin autorización” información privada; se pretende imponer obligaciones a las empresas prestadoras de servicio para que informen sobre origen y destino de comunicaciones, y un largo etcétera. (Si quieren consultar la iniciativa completa, la encuentran en ). Organizaciones como Artículo 19, la Red en Defensa de los Derechos Digitales, entro otras, ya han advertido sobre los peligros para las libertades en internet y la libertad de expresión que se derivan de la #LeyFayad. Y no están siendo los únicos.

Pero más allá de los tecnicismos y de la vaguísima redacción de la propuesta del senador priísta (que deja tanto espacio a la interpretación que uno temería siquiera enviar un inocuo WhatsApp so pena de cárcel), todo el proceso en torno a la #LeyFayad nos debería poner en alerta máxima. Porque, citando a uno no tan clásico, parece que estos senadores y una importante parte de la clase política… no entienden que no entienden.

¿Por qué Fayad no convocó a una consulta ANTES de su propuesta de Ley y sólo lo hace una vez que se desata el vendaval en su contra? ¿Por qué no partimos de un diagnóstico claro y transparente de lo que se quiere combatir para, entonces, identificar los mejores caminos para lograrlo sin violentar garantías ni libertades? ¿De parte de quién viene esta iniciativa (o nos tragamos el cuento de que fue sólo una ocurrencia de Fayad)? ¿Por qué no se actúa con transparencia y de cara a la sociedad civil? La respuesta es muy sencilla: porque no saben cómo, porque en el chip de una buena parte de la clase política de este país no existe la necesidad de la interlocución ciudadana. Hasta que les mientan la madre. Entonces convocan a un foro para aclarar. Reitero: no entienden que no entienden.

No niego la necesidad de perseguir y castigar los delitos, incluidos los que se cometen en y a través del ciberespacio. Celebro la existencia de la ciberpolicía, el castigo a la pornografía infantil. Entiendo la prevención de delitos tipificados y los que van surgiendo. Coincido en que el acoso y la intimidación deben atenderse. Pero no con reiteradas amenazas de pena de cárcel.

El ciberespacio ha sido el territorio más hostil para el gobierno en turno. Ahí no ha podido vender sus buenas intenciones. ¿No se les ocurrió que meterse así con este entorno iba a ser leído como desesperado acto de censura?

Como diría el clásico: ¿pero qué necesidad? En fin.

Comunicadora y académica.

@warkentin

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