Los mexicanos nos hemos acostumbrado a la narrativa del muro que terminaría dividiendo la frontera entre Estados Unidos y México. Nos hemos resignado. Hemos olvidado el dolor que generan las violaciones a derechos humanos que ahí se producen, las familias que separa y las muertes que ocasiona.

Al recorrer la frontera donde existe el muro, podemos ser testigos de centenas de cruces, todas con nombre y apellido, de personas que han perdido la vida en lo que podría considerarse una pared o una barda. Tan sólo durante este año han fallecido más de 60 migrantes tratando de cruzar a Estados Unidos.

El presidente de Estados Unidos ha iniciado las primeras convocatorias para la construcción del muro de 9 metros de altura en la frontera, que tendría un costo aproximado de 20 mil millones de dólares. Setecientas empresas han manifestado su interés por participar en la licitación, algunas de ellas registradas en nuestro país.

El instrumento de política pública más importante con el que cuenta cualquier nación es su presupuesto, ahí se reflejan las prioridades y las decisiones que guiarán el destino de los impuestos pagados por los ciudadanos y los ingresos recabados por el gobierno. El presupuesto de México es dinero de las y los mexicanos, por más difícil o lejana que nos parezca esta premisa.

Hace un par de semanas presenté una propuesta en el Senado de la República para exhortar a todos los niveles de gobierno a excluir de toda contratación pública a cualquier empresa —nacional o extranjera— que participe en la licitación del muro de Trump. Es inadmisible que se destine dinero de los mexicanos a empresas que claramente apuestan por proyectos contrarios al interés nacional.

No se trata de obstaculizar la libertad empresarial, sino de establecer que las empresas deben tomar una decisión: o apuestan por el jugoso contrato del muro o apuestan por México y los mexicanos. ¿Podríamos pensar que es correcto que migrantes mexicanos mueran en una barda construida por las mismas empresas que hicieran nuestras carreteras, puentes, etcétera?

Si bien el punto de acuerdo es un exhorto a los gobiernos en nuestro país, también existe una importante reflexión desde la iniciativa privada: la ética en las empresas. No sólo algunos perversos gobernantes han dejado persecuciones y muertes en su legado, también existieron empresas que trabajaron con ellos, que crearon armas que han marcado generaciones enteras. Gran parte de los episodios más trágicos de la humanidad generaron contratos atractivos para muchos empresarios. En pleno siglo XXI debemos entender que todos escribimos la historia de la humanidad y que corresponde a ambos, sector público y privado, tomar decisiones no sólo legales, también éticas.

Apostar por el interés nacional es posible, únicamente requiere de determinación y de claridad gubernamental para instrumentarlo. En Francia, por ejemplo, el presidente Hollande llamó a las empresas a ser prudentes antes de participar en la licitación del muro. En reacción, la alcaldía de París anunció que dejará de comprar arena a una compañía franco-helvética para las playas artificiales del Sena, derivado de su decisión de participar en la licitación estadounidense.

No podemos olvidar el discurso xenófobo y la intolerancia que Trump ha promovido en contra de los migrantes y los mexicanos. No podemos ser indiferentes ante la construcción de su muro. No debemos olvidar a quienes han perdido la vida en esa frontera, ni a quienes ahora se ven hostigados en Estados Unidos únicamente por el color de su piel. El presupuesto de los mexicanos debe destinarse a construir un país más prospero, justo e igualitario, y en ese proyecto sólo deben participar aquellos que estén decididos a apostar por nuestro México.

Senadora por el PAN

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