Las elecciones del Estado de México y Coahuila generaron inconformidad generalizada en partidos políticos de oposición, analistas independientes y ciudadanía.

Curiosamente, las protestas que llenan las calles, interrumpen el tráfico y se niegan a mantenerse en las mesas institucionales que procesan la elección, no son mayoritariamente de AMLO, sino de Anaya.

No son de Morena sino del PAN, por lo que nadie las califica como protestas populistas radicales que amenazan las instituciones, sino como luchas por mejorar nuestra democracia.

No descalifico las marchas panistas, pero propongo emplear la misma vara para calificar a todos los actores.

AMLO, para gusto de propios y enojo de extraños, mostró otro rostro: el de un líder que canaliza su protesta por vías pacíficas e institucionales.

Lo que propone Andrés Manuel es un gobierno de izquierda, que consiste en poner al centro de toda política pública a la gente.

Eso no es populismo, es democracia.

Eso es una aspiración universal: Abraham Lincoln decía que “la democracia es el sistema del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Nunca dijo del pueblo para el gobierno o para su política económica.

Hoy, a quienes ponen a la gente al servicio de la política económica se les reconoce como economistas o gobernantes sensatos, por las calificadoras globales, pero, después, se les empieza a bajar la calificación cuando crece la pobreza, aumenta la inseguridad, baja la inversión, se destruye el empleo y surge peligrosamente el malestar social.

Por ello, hoy la izquierda sensata es la que pone en el centro a la gente, la incluye en la ecuación para el desarrollo, ayuda a descubrir sus competencias, promueve su capacitación, crea condiciones para aumentar el empleo productivo, no sólo trabaja por combatir la pobreza sino también por generar riqueza, ofrece educación y conectividad.

Y todo ello genera armonía social, más seguridad, mayor inversión y mejor calificación sobre el desempeño económico.

En economía, el orden de los factores sí afecta el producto.

La numeralia del Edomex es brutalmente clara. Según encuestas publicadas, el PRI obtuvo el 64 por ciento de sus votos de la población con menor escolaridad y de la votación de Morena, un 46 por ciento fue de la población académicamente más preparada del Edomex.

La paradoja es que el desarrollo económico y la educación generalizada tendrán consecuencias político-electorales.

Si la economía crece y la reforma educativa es un éxito, mayores derrotas electorales tendrá el partido en el poder.

Si en el futuro viviéramos una elección tan cuestionada como la que acabamos de experimentar, pero sin un AMLO, sin un líder que quiera y sepa cómo conducir a las mayorías por un cauce legal y pacífico, quizá quienes más lo lamentarían serían sus oponentes, ya que no tendrían forma de contener el enojo social, ni contarían con un interlocutor válido para conducir las dinámicas desatadas.

Gracias a un liderazgo responsable y no obstante el mal humor y enojo social, el pueblo mexicano sigue creyendo en que va a mejorar, participando en elecciones, ejerciendo su voto y defendiendo por la vía jurídica sus triunfos. Al tiempo.

Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
@EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx

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