El papa Francisco conoce cómo México despidió a Juan Pablo II en su primera visita. Sabe que, por la ventana de su avión, Wojtyla recibió miles de reflejos del sol que la gente le dirigía con espejos y lloró emocionado por ese bello gesto colectivo espontáneo.

Jorge Mario Bergoglio es uno de los nuestros. Es latinoamericano y sabe que a los mexicanos nos gustan los espejos. Por ello, decidió realizar una visita en donde, más que sermonearnos, nos va a poner frente a varios espejos, para que nos veamos a nosotros mismos y decidamos, en la intimidad nacional, de qué podemos sentirnos orgullosos y de qué avergonzados.

La estructuración de su gira es un primer espejo. Como buen médico de almas, escogió tocar lugares en donde sentimos dolor y otros, que son motivo de fortaleza nacional.

Nos va a poner un espejo en Chiapas, para que veamos qué hemos hecho los mexicanos en el siglo XXI con nuestra población indígena. ¿Cómo hemos dignificado su cultura y sus lenguas? ¿Cómo hemos elevado su calidad de vida? ¿Cómo hemos aprendido de su sensibilidad ancestral hacia el medio ambiente?

Nos va a enfrentar con nuestra propia imagen en Ciudad Juárez, al presentarnos un espejo de cómo hemos tratado el tema migratorio, no sólo de nacionales, sino de centroamericanos. No sólo de emigrantes a EU, sino de jornaleros agrícolas que viajan del sur del país a nuestros estados norteños. También veremos cómo una ciudad, calificada como la más violenta del mundo, ha mejorado su situación con valentía y determinación.

Nos va a pasar frente al espejo en Morelia, cuna de ex presidentes, para que tratemos de explicarnos ¿cómo hemos permitido el deterioro del tejido social en una tierra antes orgullosa, que ni los aztecas pudieron dominar por su temple purépecha?

En Ecatepec nos confrontará con la marginación urbana y la falta de oportunidades de tantos jóvenes que ven el futuro con miedo y desesperanza, por lo que optan por delinquir.

En la Ciudad de México se reunirá con gobernantes, empresarios, académicos y líderes sociales para que se vean en un espejo. ¿Cómo los más altos niveles de ingreso y preparación, han ofrecido soluciones a tantos mexicanos en necesidad y protegido el medio ambiente de un territorio bendito por sus recursos y belleza?

Y, sin duda, pasará a saludar a la Virgen de Guadalupe, fuente de fe, consuelo e identidad nacional, para ponernos frente a su espejo y para que contestemos si hemos dado lo mejor de nosotros mismos siempre, o nos conformamos con pedirle que resuelva nuestros problemas con milagros.

El papa Francisco no querrá que los mexicanos sólo lloremos al verlo, gritemos y nos quedemos en la emoción. Seguramente querrá devolvernos la luz de los espejos de Juan Pablo II para alumbrar nuestro interior y alentarnos a ser líderes de un cambio de nuestro entorno, en el cual todos tenemos poder de transformación.

Más vale la práctica que la prédica. Millones quieren ver al Papa. Seguramente el Papa también quiere ver a millones de mexicanos actuar para cambiar.

Presidente ejecutivo de Fundación Azteca

@EMoctezumaB

emoctezuma@tvazteca.com.mx

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