“La libertad de expresión y de prensa es el más poderoso instrumento contra el autoritarismo, la intolerancia y la mentira, (y) la mejor garantía para avanzar hacia una auténtica sociedad de derechos y libertades”, afirmó ayer el presidente Enrique Peña Nieto durante la apertura de la 72 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se lleva a cabo en la Ciudad de México.

Independientemente de la época y el lugar, e incluso si hablamos de un país como el nuestro, donde puede decirse que existe pleno gozo de esta libertad, afirmaciones como la anterior nunca dejan de ser necesarias, pues son recordatorio de lo imprescindible y crucial que resulta la libertad de expresión para la sana vida en sociedad y en la consolidación de un régimen democrático y de Derecho, ya que, simple y llanamente, dicha libertad coadyuva al real ejercicio y mantenimiento de todas las demás libertades.

Sin embargo, precisamente por lo antes dicho, hoy las palabras del Presidente cobran mayor trascendencia. Es de sobra conocido que, pese a los avances, en México no somos ajenos a tentaciones autoritarias, ni a afanes de censura; ni tampoco, por desgracia, podemos afirmar que nuestra nación esté libre de violencia y crímenes contra periodistas, agresiones que actualmente provienen también del crimen organizado. En México, el número de periodistas asesinados desde 2000 asciende a 115, a los que se suman 20 desaparecidos y casi 50 atentados contra medios en la última década. La mayoría de estos casos, a pesar de su gravedad, permanecen impunes. En nuestro país no se están otorgando todas las garantías a los periodistas para el ejercicio de su profesión, como es obligación de todo Estado democrático.

Para dimensionar con justicia la importancia de este derecho basta decir que la intimidación y ataques contra periodistas no sólo afectan la integridad y el ejercicio de las libertades de éstos, sino que dañan a la sociedad toda. Y es justo en contextos de crisis como el que vive México en algunos ámbitos que el rol de los periodistas cobra mayor importancia, pero también cuando más vulnerable se vuelve.

Hoy por fortuna contamos para responder a este desafío con la Fiscalía Especial para la Atención de los Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, y también con el Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. A pesar de ello, no debe cejarse en esta permanente lucha en defensa de libertad de expresión.

Como destacó el Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, en la ceremonia inaugural de la Asamblea de la SIP, la libertad de expresión es uno de los pilares de la democracia y la impunidad reinante en los casos de agresiones a periodistas lanza un mensaje de complicidad con los victimarios y de desdén hacia las víctimas.

Ante todo, como derecho irrenunciable de la ciudadanía, pero sobre todo como una condición indispensable para preciarnos de vivir en democracia, la libertad de expresión debe prevalecer.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses