En los complejos tiempos actuales, en los que el mundo enfrenta enormes amenazas a la paz, la seguridad y la integridad del medio ambiente, entre muchos otros, es urgente que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la instancia internacional encargada de dar cauce y solución a los múltiples conflictos bélicos, las crisis humanitarias, políticas y medioambientales que aquejan al mundo, se renueve, reinvindique y recupere el rol activo y central que tuvo en sus primeros años de existencia.

Porque, en la víspera de la apertura de la Asamblea General de la ONU esta semana, hay pocas esperanzas de que este órgano de la diplomacia mundial esté a la altura de las circunstancias, de acuerdo con expertos consultados por EL UNIVERSAL.

La Asamblea General de la ONU, afirman especialistas, ha terminado por convertirse en una puesta en escena que vemos año con año, en la que sólo escuchamos discursos de jefes de Estado y líderes mundiales que no tienen mayor impacto más allá del simbolismo. A causa de ello la ONU se ha desgastado, ha perdido fuerza, credibilidad, e incluso legitimidad, y ha caído en una pasividad nociva para el devenir de la humanidad. En este contexto, desafortunadamente, poco cabría esperar de esta nueva edición de la Asamblea General.

Fenómenos inéditos como el Estado Islámico, la guerra en Siria —y la crisis de refugiados que ha traído—, regímenes totalitarios y belicistas como el de Corea del Norte —en torno al cual es relevante dar continuidad al desarme nuclear— y problemáticas como el calentamiento global vuelven urgente que este organismo establecido tras la Segunda Guerra Mundial, en 1945, haga una revisión exhaustiva de su estructura y procesos, que han sido poco actualizados en siete décadas, para no caer en la obsolescencia y extraviar su razón de ser, y para poder hacer frente a los desafíos actuales.

La incapacidad de Naciones Unidas para aportar a cuestiones importantes relacionadas con la paz y la seguridad es parte de la crisis por la que pasa toda la institución, que además enfrenta enormes limitantes para ir más allá de los señalamientos de condena, como ocurre en el caso de graves violaciones a los derechos humanos, y tratar de coordinar una respuesta conjunta en cuestiones como el cambio climático y las emergencias sanitarias causadas por virus o desastres naturales.

Debe reconocerse que la ONU ha alcanzado recientemente logros trascendentales, como la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo contra el Cambio Climático de París, ambos adoptados en 2015. Sin embargo, la necesidad de reformar la organización es ampliamente reconocida y abundan propuestas para reforzarla y mejorarla. Lo más importante es asegurarse de que la ONU siga siendo una plataforma global para resolver las diferencias de manera pacífica.

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