En la semana que concluye el tipo de cambio peso-dólar marcó nuevos récords. La divisa estadounidense llegó a 19.65 pesos, cotización nunca registrada. Para explicar la depreciación se apunta de manera recurrente a factores externos: desde la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, hasta las elecciones en Estados Unidos, donde existe una posibilidad real de que Donald Trump llegue a la Presidencia de ese país, pues algunas encuestas ya lo colocan con ventaja sobre su rival Hillary Clinton; así como la baja en los precios del petróleo y una eventual alza en las tasas de interés en EU.

Sin embargo, casi no se habla de las causas internas que influyen en el aumento del dólar.

Contra los vaivenes internacionales es poco lo que se puede hacer, pero al menos se debe tener control sobre los aspectos domésticos. El más importante de ellos es la falta de confianza. Si los inversionistas extranjeros estuvieran convencidos de que el manejo económico que se da en el país es un buen cobijo para sus capitales, mantendrían aquí sus recursos; por el contrario, si concluyen que las acciones económicas que pone en marcha la autoridad no dan seguridad a sus inversiones, prefieren llevar sus capitales a otros destinos.

Es cierto que ese tipo de inversiones no son las que más convienen, pero ayudan a mantener una paridad cambiaria estable.

La confianza se ha ido perdiendo principalmente por el aumento que ha registrado la deuda pública como proporción del producto interno bruto, pues pasó de representar 37% del PIB hace cuatro años a un estimado de 50% al cierre de 2016, un aumento de 13 puntos porcentuales. La cifra aún es baja en comparación con otros países, pero en los hechos ya está teniendo repercusiones, debido a que para 2017 el gobierno ha previsto destinar más de 560 mil millones de pesos a cubrir el costo de la deuda, el mayor en 16 años.

Si el endeudamiento se reflejara en creación de empleos, incremento en la producción y mejores ingresos para los trabajadores, analistas nacionales y extranjeros serían los primeros en reconocerlo, pero las calificadoras internacionales no lo están leyendo así y advierten que de no frenar y disminuir el problema, en dos años estarían degradando la calificación al país, lo que desalentará aún más el arribo de capitales a la economía mexicana.

Si no se ha disparado más la cotización del peso frente al dólar es por la cantidad de reservas internacionales que posee el país, además de la línea de crédito que tiene abierta con instituciones financieras internacionales. La autoridad ya mandó una señal clara al proponer un superávit en las finanzas y contener la deuda; ahora sólo falta que el año próximo se cumpla al pie de la letra. Para bien, muchos ojos estarán puestos sobre la economía mexicana. El manejo responsable es la clave.

lsm

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