El próximo 17 de noviembre llegará una nueva rectora o rector a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Tendrá un enorme reto enfrente no sólo por la trascendencia obvia de la casa de estudios más importante del país, sino porque sucederá en el cargo a José Narro Robles, quien ha ocupado la posición desde hace ocho años, tiempo en el cual la institución se ha mantenido en paz, sólo interrumpida por esporádicas irrupciones de unos pocos, algo difícil de lograr considerando el tamaño y la complejidad de la Universidad Nacional.

Hoy en estas páginas se reproduce una entrevista con uno de los candidatos a esa posición, Sergio Alcocer, recién ex subsecretario de la Cancillería. Es un “destape” público pertinente porque aunque la UNAM tiene sus tiempos de evaluación de candidatos —quienes serán puestos a consideración de la Junta de Gobierno de la Universidad—, la realidad es que los asuntos de la institución académica son del interés general. Y no principalmente porque esté fondeada con recursos del erario, sino por el rol protagónico de la casa de estudios en el desarrollo del país.

A ello se debe que a partir de hoy y en adelante se expongan en estas páginas los pormenores del proceso de selección de la nueva cabeza de la UNAM.

En cualquier otra escuela bastaría con tener a un buen profesor como dirigente. No es el caso de la UNAM, cuya composición requiere de relación con volátiles sectores estudiantiles; férreos sindicatos; imbricados procesos administrativos y con gobiernos de todos los partidos políticos, legisladores y hasta juzgadores.

Se ha dicho muchas veces. La Universidad Nacional es un microcosmos que representa al país en su conjunto. Un fascinante laboratorio donde conviven ricos y pobres, ilustrados y radicales, poderosos e idealistas. Ningún otro espacio en el país tiene tal composición.

¿Cuál es el mejor perfil para dirigir tan compleja e importante casa de estudios? Quien expone sus motivos en la entrevista publicada hoy considera que su principal ventaja es experiencia gubernamental, allende los recintos de la UNAM. Otros dirán que en esa característica radica el riesgo de su candidatura. El debate continuará en próximos días.

Tiene que llegar a esa posición una persona con la capacidad de mantener los logros de la UNAM, sin dormirse en los laureles de la institución ni dejar de pugnar por su modernización.

La Universidad decidirá su nuevo rectorado con plena autonomía, sin presiones, pero inevitablemente también con transparencia. Porque el futuro de la UNAM y quién debe encauzarlo es un tema que concierne a todos.

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