El teléfono celular es uno de los artículos más robados en la capital y en general en todo México. Todos los días, entre 2012 y septiembre de 2015, se robaron 11 celulares en diferentes puntos de la ciudad de México. Es decir, sólo en el Distrito Federal fueron hurtados más de 14 mil aparatos en los últimos tres años y medio, de acuerdo a estadísticas de la PGJDF.

El auge actual de este delito se debe, en primer lugar, a la gran demanda de teléfonos móviles a un bajo costo; en segundo, a la enorme facilidad para cometerlo y a la impunidad total en que queda; y en tercero, al retorno de la “inversión” y la considerable ganancia para los delincuentes, dado que hoy el costo promedio de un celular es no menor a los dos mil pesos y se llega a revender en el mercado negro en cerca de mil pesos.

Por lo anterior, no es extraño que, en el lapso mencionado, las cifras de este delito presenten en el DF una tendencia creciente: en 2012 hubo tres mil 408 reportes de robo de celular ante el Ministerio Público; en 2013 tres mil 509; en 2014 cuatro mil 240; y hasta septiembre de 2015 se registraron tres mil 298 robos de celulares y se espera que a fines del año la suma supere las cuatro mil denuncias. Tomando en cuenta estos números, este ilícito está dejando ganancias de cerca de 8 millones de pesos al año, sólo en el DF.

A nivel nacional los datos son parecidos. La última Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) presentada por el INEGI muestra que de los nueve millones de robos a peatones que se cometieron en 2014, en 42% el celular fue uno de los objetos sustraídos.

Para acabar con este delito los expertos tienen claro que, además de encarecer el negocio persiguiendo más ferozmente el robo a transeúnte y en transporte público, lo primero que ha de hacerse es combatir la demanda. Como en el caso del mercado de drogas, mientras haya quien compre lo robado, siempre habrá alguien dispuesto a proveer el producto.

Además, es primordial generar una cultura de la legalidad en varios flancos. Primero debe promoverse la denuncia. Segundo, desincetivar entre la ciudadanía la compra de celulares en los tianguis que venden equipos robados, impidiendo a los usuarios el fácil acceso a estos establecimientos. Por otro lado, debe blindarse todo este proceso con un requerimiento técnico relativamente sencillo: que al momento de realizar una denuncia por robo de celular, se desactive no sólo la línea del mismo, sino también el aparato, que de ese modo queda inservible y así se rompe la cadena.

Hoy las posibilidades de recuperar los equipos robados son nulas y esto se debe a que las autoridades han fallado en la promoción de la denuncia, en la investigación y en la consignación de los responsables. Pero asimismo los clientes de este mercado negro son corresponsables. Mientras la gente siga comprando celulares robados alimentará una industria de la cuál en algún momento puede ser víctima. El efecto boomerang.

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