El jueves pasado, día 14 del mes, la nueva presidenta del PEN Club de México, Magali Tercero, organizó la primera de las actividades relacionadas con su nueva encomienda. Fue una jornada de poesía y de información sobre el poeta palestino Ashraf Fayadh, condenado a muerte “por blasfemia” en Arabia Saudita. Desde luego, la condena es una monstruosidad y ese jueves hubo actividades coordinadas en muchísimos países para protestar por la decisión de las autoridades saudiárabes y para defender la vida del poeta. La lectura en México, en la Casa-refugio Citlaltépetl, fue muy animada y muy enérgica en su ánimo solidario.

Por orden alfabético, el poeta Homero Aridjis fue el primero en tomar la palabra. Siguieron muchos otros poetas, además de una lectura de poemas de Ashraf Fayadh que se hizo desde el presídium. Un par de participantes leyeron declaraciones breves y encendidas de solidaridad: Alicia García Bergua y Elena Poniatowska, entre ellas. La intervención de mayor calado, en mi opinión, fue la de Alberto Ruy Sánchez, escritor que ha tomado, como patria electiva para sus libros, algunas luminosas porciones del mundo árabe.

Lo que dijo Ruy Sánchez sorprendió a muchos de los presentes, por no decir a la mayoría. Habló del wahabismo, degeneración homicida del Islam y religión de estado en Arabia Saudita. Debemos al wahabismo la parte más sanguinaria del integrismo musulmán, por supuesto; los saudiárabes son los responsables e históricamente culpables de todo esto que hemos presenciado desde hace casi 30 años. Pero Ruy Sánchez habló también del wahabismo en México, específicamente en el estado de Chiapas. Desde el público llegó la pregunta: “¿Por qué dices que hay musulmanes en Chiapas?” Pues porque los hay, respondió Ruy Sánchez, palabras más o menos; vayan y verán. Es impresionante, la verdad.

Hace años escuché decir, a gente conocedora de la realidad chiapaneca, que las fallas en la misión pastoral del obispo Samuel Ruiz les habían abierto las puertas, en ese estado, a los protestantes fundamentalistas y a los musulmanes. Una parte esencial de la explicación tiene que ver con el tristísimo y abundante consumo de alcohol entre los indígenas tzotziles, tzeltales y tojolabales; las mujeres de los hogares donde los hombres se alcoholizan con lo que sea (posh, tequila, mezcal, cerveza) sintieron de inmediato la atracción del puritanismo wahabita: se alistaron en las filas coránicas. Las últimas cifras hablan de alrededor de 5 mil musulmanes en el sur de México, todos ellos seguidores del wahabismo.

La protesta por la condena a Ashraf Fayadh se volvió una mirada a México y a las buenas relaciones del gobierno de nuestro país con Arabia Saudita, un país atestado de criminales multimillonarios, carentes de escrúpulos, dogmáticos e inmisericordes.

Las palabras de Alberto Ruy Sánchez, vigorosas y lúcidas, quedaron resonando en el aire de la colonia Condesa.

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