Nuestra relación con Centroamérica es presa de múltiples contradicciones. Necesita transformarse profundamente.

La crisis de violencia y el éxodo de miles de personas del triángulo del norte centroamericano exigen de México una inteligencia estratégica y una grandeza que no han estado presentes en nuestros vínculos recientes con el istmo.

La política exterior empieza con nuestros vecinos. En todo el mundo los vecinos compiten entre sí y a la vez cooperan. Los mexicanos necesitamos convertirnos de nuevo en interlocutores de calidad en Centroamérica. Lo fuimos cuando el proceso de Contadora, y también cuando recibimos a los refugiados guatemaltecos que huían de la guerra en su país en los años 80.

Hoy la seguridad de México depende en buena medida de la estabilidad y de la seguridad humana en Centroamérica. Invertir en la cohesión social, la gobernanza y la calidad institucional en el istmo es una inversión de largo plazo en nosotros mismos.

En México, la cadena de mando en la gestión migratoria está en cuestión. Nuestras leyes reivindican los derechos humanos, pero en los hechos aplicamos un enfoque policíaco para interceptar, detener y deportar a centroamericanos que huyen de la violencia que incendia sus países, sin respetar su derecho a solicitar asilo o refugio, o tratándoles como si fueran del crimen organizado.

Lo primero que debemos reformular es el significado mismo de cooperación. En alemán, cooperar se dice zusammenarbeiten, que quiere decir trabajar juntos, colaborar. En español leemos la palabra cooperación como ¿qué me vas a dar?, dirigiéndonos a los países industrializados del norte. Para emprender una verdadera cooperación es necesario preguntarnos: ¿qué queremos y qué podemos hacer juntos?

Mesoamérica se propone hacer  más eficiente y segura la movilidad de personas y bienes, contribuyendo tanto a la integración logística como al desarrollo económico y social de la región.

Para ello hace falta el liderazgo de los presidentes, pero también el impulso y la operación cotidiana de la cooperación.

La designación que Los Pinos y Tlatelolco han hecho en la persona de María Eugenia Casar Pérez como nueva directora ejecutiva de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) es una muy buena señal. Gina Casar tiene el liderazgo en los ámbitos nacional e internacional para concertar nuestras acciones hacia una cooperación efectiva y eficaz, convocando las capacidades y conocimientos técnicos de actores de todos los ámbitos de nuestras sociedades.

En la conferencia ‘La política migratoria mexicana hacia Centroamérica’, realizada por el CIDE, el CIESAS y el Colef los días 5 y 6 de noviembre de 2015, académicos, dirigentes migrantes y de organismos de la sociedad civil de México escuchamos a nuestros homólogos guatemaltecos, salvadoreños y hondureños y nos sentimos interpelados.

Muchos mexicanos temen el éxodo centroamericano a través de México porque no tienen la información correcta y completa.

La cooperación requiere escuchar y entender para comunicarnos mejor con el otro, para fortalecer el desarrollo de capacidades locales, tanto individuales, como comunitarias e institucionales.

México y Centroamérica nos beneficiamos mutuamente de nuestros encuentros. Podemos lograr mucho más juntos que separados.

Trabajemos con nuestros vecinos centroamericanos en la atención a la población desplazada, el apoyo a las víctimas, la protección de los defensores de derechos humanos. Construyamos mejores sociedades a través de la transformación positiva del conflicto. Vamos a seguir siendo vecinos, así que más vale que nos esforcemos en mejorar las formas de convivencia entre nosotros.

Profesor asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses