La advertencia presidencial cerró su Tercer Informe de Gobierno: ¡cuidado con el populismo!

¡Ahí viene el lobo!, grita para transmitir la alarma.

Según EPN, el riesgo no es que México esté desgobernado por una pandilla de depredadores; el peligro radica en que llegue alguien que termine con los privilegios de la élite económica y de la cúpula política.

El Presidente de la República nos alerta contra la tentación de caer en el populismo y promete que ahora sí su gobierno se va a apretar el cinturón. Ajá.

Ya escuchamos ¡ahí viene el lobo! en 2006 y en 2012. Como se ha expresado entre numerosos analistas de la política mexicana, en vez de odiar al hombre, deberían repudiar las condiciones que ayudaron a crearlo.

Ven las encuestas y les da frío: la intención de voto en la elección presidencial de 2018 favorece abrumadoramente a su pesadilla cotidiana.

Leonardo Curzio escribió el 10 de agosto en estas páginas —¿Es el populismo el problema?: La derecha mexicana (económica y política) se preocupa de que AMLO llegue a la Presidencia, pero no se ocupa de modificar su insolente base de poder, que agravia a millones.

El tamaño del miedo inspira la retórica de EPN. No necesita pronunciar el nombre, ni deletrear sus iniciales: los mexicanos ya sabemos a quién se refiere. Y también sabemos qué tan vacío es el discurso presidencial.

El presidente EPN afirmó: ‘Se requiere de un cambio en el modelo de desarrollo; no es suficiente con una política social centrada en mitigar la pobreza, se necesita una estrategia más proactiva, enfocada a elevar la productividad, crear más empleo y generar riqueza’.

Yo estoy de acuerdo en que se requiere de un cambio en el modelo actual, que genera violencia y excluye a las mayorías. La pregunta es quién tiene credibilidad para impulsarlo.

No necesitamos imaginarnos futuros riesgos en la economía y en la sociedad porque ya están aquí: es la nula o mínima creación de empleo; la precarización de los ingresos de los trabajadores; los programas gubernamentales que subsidian a los que más tienen; el despilfarro en el gasto público que beneficia a los grupos de más altos ingresos; y la ausencia de inversión pública, que registra los niveles más bajos en 70 años.

Todos estos factores están en la raíz del incremento en la desigualdad y en la pobreza durante el primer trienio de EPN en la Presidencia.

Necesitamos cambiar el modelo para transitar de paliar carencias a potenciar capacidades. Urge detonar el potencial productivo de las personas en pobreza y vulnerabilidad, mediante empresas y empleos formales que logren incrementar de manera real y permanente su ingreso, con el fin de restañar el tejido económico y social hoy tan lastimado.

Es imperativo apoyar a quienes generan valor socialmente útil desde la producción, la innovación tecnológica, la cultura, las artes y el ejercicio de su profesión, de modo que puedan hacer mejor lo que saben hacer.

Este gobierno es incapaz de emprender e instrumentar ese viraje, porque en su ADN trae la corrupción. Hoy el verdadero objetivo de la obra pública no es construir y mejorar la infraestructura productiva, sino perpetuar la práctica de que donde hay obras, hay sobras, al estilo Higa y OHL.

La exoneración que Virgilio Andrade hizo de EPN, de Angélica Rivera y de Luis Videgaray es un monumento al cinismo y a la impunidad.

Se dicen conscientes de la desconfianza interna y de la incertidumbre externa, pero no modifican su ejercicio del poder para servir al interés general. Se repiten a sí mismos: ‘no somos culpables de nada, pero si es necesario al final les pedimos disculpas a los mexicanos y asunto arreglado’.

Posdata: Hasta en Guatemala hace aire; aquí ven la tempestad y no se hincan.

Profesor asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico

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