Cuando escribo sobre homosexualidad recibo algunos comentarios cuyo eje es intolerancia. “El autor es puto”, “el autor es maricón”, “… el articulista debe aclarar sus preferencias sexuales” son los más comunes. A nivel individual todos tienen derecho a expresarse y a dudar. Sin embargo, cuando la discordia proviene del Frente por la Familia, vinculada y auspiciada por la jerarquía católica el problema es diferente. Cuando eso sucede, cuando la Iglesia esta detrás de las manifestaciones, la intolerancia, la no aceptación del otro, en este caso de la comunidad lésbico gay, incrementa la estigmatización y el rechazo, y deviene agresión.

La incompetencia para adecuarse a los tiempos y la falta de preparación de la mayoría de los servidores de Dios es inconcebible. Esos dislates alimentan la paradójica realidad de la mayoría de las religiones: pierden feligreses “sencillos” y acumulan fanáticos.

Aunque los crímenes por homofobia no sean nunca auspiciados directamente por los diferentes credos, mal hacen, quienes cobijados por la voz de Dios siembran disenso, odio y rechazo: las fotos de homosexuales arrojados desde las alturas donde domina el Estado Islámico hablan por sí solas; las fotos de algunos de los integrantes de la marcha llevada a cabo el 10 de septiembre en 12 estados en apoyo de la familia tradicional provenientes de Querétaro, en la que participaron asociaciones religiosas, servidores públicos, diputados y el obispo Faustino Armendáriz, también hablan por si mismas.

El medioevo no ha muerto. El rechazo de la Iglesia para aceptar el Matrimonio Civil Igualitario retrata la filosofía de la jerarquía de la Iglesia católica y las mentiras para granjearse adeptos. Junto a sus mensajes, los ministros religiosos tienen la obligación de explicar que desde 1990 la Organización Mundial de la Salud eliminó a la homosexualidad del listado de enfermedades psiquiátricas; deben también hablar sobre los diversos tratados internacionales preocupados por los derechos humanos que se han esforzado para combatir la discriminación contra esa población.

Pese a la ciencia y a la urgencia de esmerarse en proteger los derechos humanos, el Frente Nacional por la Familia ha intensificado campañas de odio y discriminación contra la comunidad lésbico gay basada en mentiras. Sorprende la falta de mesura de los grupos ultraconservadores y su irresponsabilidad al seguir atizando el fuego; en México, de acuerdo al último informe (2015) presentado por la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia, en los últimos 19 años mil 218 personas fueron asesinadas, aunque se estima que por cada caso reportado hay tres o cuatro más no denunciados. “La insensatez de estos grupos ultraconservadores”, expresó Angélica de la Peña, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, “es tal que acusan al gobierno de pretender quitar la patria potestad a los padres de familia para que no puedan oponerse a la ideología de género”. Independientemente de los resultados finales del debate en el Senado sobre las reformas constitucionales del Matrimonio Civil Igualitario, el discurso de odio auspiciado por la Iglesia es inadmisible. Por fortuna, dentro de la Iglesia hay voces dignas de respeto, voces que privilegian al ser humano. Las palabras de Raúl Vera, obispo de Saltillo, tras afirmar que las marchas a favor del concepto natural de la familia lo “único que ocasionan es fomentar la homofobia”, y las de Alejandro Solalinde Guerra, sacerdote de Oaxaca, quien lamentó que la “Iglesia católica no esté practicando el amor incluyente”, sino, por el contrario, “pone etiquetas y hace juicios fuera de la realidad social”, son, para la salud social, y para los creyentes no fanáticos, un respiro.

La polémica por el matrimonio igualitario no debe incluir falsedades. La Iglesia no puede mentir. Azorado, comparto tres máximas: 1) Afirman que la iniciativa de Peña Nieto prohíbe definir el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer con el fin de procrear. 2) Afirman que habrá cambios en los libros de texto para introducir la ideología de género. 3) Aseguran que el gobierno considerará violentos a todos los padres que no acepten la ideología de género en las escuelas. Esas perlas son algunas muestras de las mentiras diseminadas para convocar la marcha.

Al hablar sobre homofobia, Carlos Pellicer López me compartió unas líneas del Evangelio según San Juan (capítulo 10): “Yo soy el buen pastor;/ y conozco a mis ovejas/ y las mías me conocen a mí,/ como me conoce el padre/ y yo a él/ y doy mi vida por las ovejas./ También tengo otras ovejas/ que no son de este redil;/ también a esas tengo que llevarlas/ y escucharán mi voz;/ habrá un solo rebaño,/ un solo pastor”.

Notas insomnes. La intolerancia individual es natural. La religiosa, perenne y sorda, es execrable.

Médico

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