Sábado 4 de junio por la tarde, municipio de Nezahualcóyotl, Catalina (el nombre ha sido cambiado) una joven madre de 23 años expresa su angustia y preocupación por el futuro de su hijo de 9 años, quien ha caído en el consumo de drogas y padece alguna enfermedad psicológica.

Al siguiente día, domingo 5 de junio por la noche, cambia el mapa geopolítico de nuestro país, derivado del proceso electoral en 12 entidades en donde se eligió gobernador.

A primera vista pareciera que los hechos no tienen relación alguna. Sin embargo considero que, como nunca, la primera historia que a su vez es muchas historias que se repiten en miles de familias en nuestro país, marca un momento irrepetible para que quienes hacemos de la política nuestra vocación, orientemos el sentido de nuestros idearios —cualquiera que sea— hacia auténticos objetivos sociales para devolverle el rostro humano a la política.

El socialdemócrata ecuatoriano, Rodrigo Borja decía que el camino y sentido de la vida política nunca deja de asombrar el alma; pero también regocija el espíritu cuando la misión social es su apostolado. Ya desde 1947, Daniel Cosío Villegas advertía en su ensayo La crisis en México, que “con el tiempo el poder y la vitalidad de la Revolución se han ido desgastando en parte por su utilización indiscriminada, pero sobre todo porque los líderes políticos no han estado a la altura de la situación”.

La altura de la situación, no es otra que la altura de la agenda de nuestra sociedad, que nos reclama soluciones que compaginen no sólo esencia, sino destino y rumbo certero.

Hoy la pluralidad tiene un lugar principal en el ejercicio de todos los ámbitos de gobierno, y no podría ser de otro modo, pues nadie hace nada solo.

¿Qué motiva a alguien aspirar a un cargo de representación? No creo que sea sólo el deseo de ganar elecciones. Para muchos es la aspiración de servir y buscar las convergencias que transformen con sentido social las condiciones de vida de millones.

En ese ánimo, el llamado de la sociedad —expresado en las urnas o en problemáticas como las de Catalina— es dotar de contenido humano las agendas, rescatar un genuino acercamiento con la gente, emprender un nuevo diálogo con la sociedad mexicana, pero un diálogo que rebase el pragmatismo coyuntural de los procesos electorales y que concrete cercanía para generar desde el núcleo más cercano del ser humano, que es la familia, condiciones de estabilidad y rumbo.

De acuerdo con información del Consejo Nacional de Población (Conapo), en las últimas tres décadas, la sociedad mexicana ha experimentado transformaciones económicas, políticas, sociales, culturales y demográficas que impactan la estructura y dinámica de los hogares como la reducción de su tamaño, el descenso y retraso de la nupcialidad, el incremento de las uniones consensuales y las rupturas conyugales, así como los hogares monoparentales, unipersonales y reconstituidos.

La misma institución advierte que la diversidad de hogares existentes han sido trastocados en su vida cotidiana y alterados en sus relaciones sociales en el nivel comunitario.

Más allá de los mecanismos formales al interior de los partidos para articular sus plataformas y agendas, hoy más que nunca éstas deben acompañarse de perspectivas de renovación generacional, para erigirse en trincheras donde se sumen conciencias y voluntades.

De ahí que todas las estructuras políticas estén llamadas a incrementar sus vínculos con la mayor parte de la ciudadanía para ganar más confianza.

El reto es diseñar una nueva arquitectura de la política como instrumento de auténtica transformación, paz social y desarrollo, desde el núcleo primordial de la sociedad que es la familia, generando comunidades con valor, que destierren para siempre las prácticas que laceran a miles de Catalinas.

Senadora por el Estado de México.
@AnaLiliaHerrera

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